¡Con el fallecimiento de Gladys, conocí más a Juana!

¡Con el fallecimiento de Gladys, conocí más a Juana!

Hay crónicas o artículos que, aunque parezcan simplones, desentrañan asuntos arcanos relacionados con todo tipo de avatares existenciales; algunos de éstos remueven cimientos familiares.

Por muy sencillos e inocuos que parezcan ciertos escritos, a veces suelen ensimismarnos y, subsecuentemente, nos llevan a discernir sobre lo que en un tiempo fueron sentimientos e inquietudes un tanto abstrusos.

En consecuencia, algunos de estos ejercicios de reputados periodistas articulistas cuya credibilidad no está en discusión, suelen revelarnos cuáles fueron las realidades que alguna vez rondaron nuestro entorno familiar durante la tierna adolescencia.

Por eso cuando leí, paradójicamente estando en Santo Domingo en viaje de placer, algunos artículos que versaban sobre la trayectoria en vida de la recién desaparecida dirigente peledeísta Gladys Gutiérrez de Segarra; fue cuando vine a reparar sobre el por qué siempre mi madre hablaba de ella con tanto afecto y distinción.

Y no fue sino hasta que bien me ilustré sobre la etapa de lucha y sentimientos socio-políticos de Gladys, cuando entendí en qué aptitudes y actitudes coincidió, aunque en otra época y circunstancias, Juana (así siempre llamé a mi madre, y con ese nombre quiero recordarla), con aquella valiente mujer.

No sabía yo que, entre otras cosas, Gladys, al igual que Juana María De León, había redactado cartas a los familiares del interior, a alguna u otra prostituta. Estando muy pequeño pude observar cómo algunas mujeres se acercaban a doña Juana (Nana), para que le escribiera alguna misiva.

No sé cuándo, pero sospecho que alguna vez estas dos mujeres, que eran circunvecinas en el ensanche Margara, no Villa Francisca, como han señalado algunos, hablaron de sus ideales políticos y de sus anhelos sociales, propio de mujeres inquietas y revolucionarias.

Juana, una mujer de buena dicción, y que corregía hasta a mis compañeros de universidad cuando pronunciaban mal alguna palabra, tal vez, increíblemente, fue una madre que no conocí a cabalidad. Posiblemente ella respondía a un mecanismo de defensa a mi favor, para mantenerme al margen de actividades políticas.

Por eso no me sorprendí cuando, en Nueva York, alguien que la conoció bien la definió como una mujer revolucionaria que, aunque no militó en ninguna organización política, en algún momento, asumió la actitud de ser una reserva del movimiento revolucionario 14 de Junio (1J4).

Con la misma actitud de Juana, de seguro, hubo muchas amas de casa en República Dominicana. Cual que sea el origen de estas mujeres, siempre hay que mencionarlas y exaltar su memoria. Ese ejercicio es saludable para todos los dominicanos sensatos.

Lo único que no podría perdonarme es, que lastimosamente hubo de fallecer Gladys para, prácticamente, conocer más a Juana, la progenitora de mis días.

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