Con Haití necesitamos un convenio aduanero

Con Haití necesitamos un convenio aduanero

Repasando las relaciones con Haití, identificamos constantes históricas en materia económica. Las políticas de sus gobernantes no ha tenido como objetivo crear empleos productivos, para reducir la emigración al este de sus valiosos recursos humanos; rechazan los convenios destinados a formalizar el comercio bilateral, que controle las aduanas, minimice el contrabando, el tráfico ilegal y el lavado de dinero; han privilegiado el corto plazo para favorecer a los allegados al poder, con impuestos a las importaciones y restricciones de diversas naturaleza; se justifican con mentiras que ni ellos mismos se las creen. Las constantes, presentes a lo largo de su historia, causaron el estancamiento y empobrecimiento que observamos; ni siquiera en épocas doradas de los flujos de capitales mundiales, como en la primera década del 2000, pudieron desarrollar proyectos para aumentar y diversificar la producción.  

No les importa que los pobres consumidores haitianos tengan que pagar una prima adicional por los productos importados, al dispararse dos mecanismos de aumentos de precios, el de la restricción y porque la oferta de República Dominicana se hace más costosa, burlar la veda tiene un cargo en la frontera. No pudieron mantener las mentiras con los pollos y huevos, nunca demostraron la supuesta existencia de una enfermedad, tampoco con los plásticos dizque para proteger el medio ambiente, porque nada dijeron respecto al mismo producto importado desde los  Estados Unidos y Europa.

Lo nuevo, intentan prohibir la importación de otros productos, alegan protección a la producción local, reducción del desempleo y mejoría en la equidad comercial. Si la producción haitiana es más cara que los bienes importados desde República Dominicana, se debe al diferencial de productividad; los buenos gobernantes aprovecharían la competencia externa para mejorarla, porque liberar el comercio internacional favorece el crecimiento y el empleo, pero como no lo son hacen lo contrario.

Hablan de inequidad en el comercio y equilibrio en la balanza comercial. Es cierto que en millones de dólares les compramos solo diez y ellos mil, pero también es verdad que salen ganando en el cómputo del intercambio total (comercio y capitales) por la remesa de su gente desde República Dominicana, que supera mil millones de dólares. Al gobierno haitiano tampoco le importa perder ingresos con las prohibiciones, que puedan dar menos servicios públicos en un país donde no existen, su interés es aumentar la renta al grupito cerca del poder.

Suponiendo que tengan facilidades para producir localmente lo que prohíben, lo que no es cierto, las importaciones desde República Dominicana se reducen por la suma de dos cantidades, la que no vendemos y lo que produzcan localmente. Como se trata de una prohibición y no de un arancel adicional, las recaudaciones del fisco haitiano disminuyen a un monto igual a las menores importaciones multiplicadas por el arancel.

Debido a que las prohibiciones generan pérdidas a los haitianos por un monto que supera la que soportan nuestros productores, el gobierno dominicano debería poner condiciones para normar las relaciones bilaterales. Me refiero a la firma de un convenio aduanero que negocie el comercio (importaciones y exportaciones) bilateral y ponga sobre la mesa el tema de la cuenta de capital (principalmente la remesa) de la balanza de pagos, lo que implicará controles migratorios y al lavado de dinero.

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