Con la ley

Con la ley

BONAPARTE GAUTREAUX PIÑEYRO
Los problemas actuales se resuelven con voluntad política de las autoridades y solidaridad entre los ciudadanos. La voluntad política debe manifestarse en todas las ramas del Poder: Legislativo, Judicial y Ejecutivo. La solidaridad entre los ciudadanos debe manifestarse mediante la asociación en juntas de vecinos, para que haya mayor interacción entre los moradores de un sector y entre los moradores de distintos sectores.

El Poder Ejecutivo se ejerce de manera imperial,pues el artículo 55 faculta al titular de la Presidencia a hacer lo que le viene en ganas mientras ocupa la posición, ya que su sustituto deshace lo que hizo el anterior, con una facilidad que espanta.

Esos atentados contra la continuidad del Estado forman parte de una actitud de bacheo político, de querer ningunear al que pasó, tapar acciones dolosas, indebidas o intentar desacreditar al presidente recién salido del poder.

El Poder Legislativo debe regular las relaciones del Estado con el ciudadano, del ciudadano con el Estado y de los ciudadanos con sus iguales o el caos se impondrá, es ejercido por funcionarios electos de manera tal que no representan la voluntad popular. No son de extrañar, pues, los escándalos que se conocen y los muchos más que se desconocen, pálidos ante la realidad de acuerdos por debajo de la mesa que proporcionan sobresueldos, ganancias ilícitas y coimas que al parecer a nadie le interesa investigar.

El Poder Judicial debe administrar la Constitución y las leyes de manera honesta, pulcra, decente, transparente y justa. ¡Cuán difícil ha resultado conformar un cuerpo de jueces que ofrezca confianza al país; jueces que no sean víctimas de tanto abogado de relumbrón, de labia traicionera, defensores de clientes con escasa o ninguna razón. Esos señorones de la

toga, han contribuido a la corrupción del cuerpo judicial con la deportiva actitud con que se embolsican gruesas sumas de dinero por su acción inmoral e ilícita.

El Poder Ejecutivo se maneja como un ente independiente, como si estuviese por encima del bien y del mal, hasta que cumple su mandato constitucional.

Andamos como sin norte, como nave al garete para la mayoría y bien conducida por y para ladrones, prevaricadores, contrabandistas, corrompidos, corruptores, hipócritas, fariseos que se encuentran en todos los escenarios y obtienen grandes fortunas al amparo de la permisividad de los últimos tiempos.

Mientras se ofrezca ese ejemplo en las alturas y en los niveles medios, el tigueraje barrial buscará su espacio entre los grandes gatos de la sociedad nacional, igual que las fieras del reino animal cuyo código genético les enseña que sobrevive el más fiero, el más criminal, el que roba con mayor sigilo, aunque sea para obtener despojos.

Los grandes gatos dan el ejemplo de riqueza súbita y escandalosa, mal habida y mal disimulada, como si la delincuencia fuera un ejercicio legal. Y no quieren que lo imiten.

La simple, pero aparentemente difícil, aplicación de la Constitución y las leyes, traería mucha paz al país, aunque de eso no se hable, pero.

¿Quién le pone el cascabel al gato?

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