Ya son algo más que las cinco de la tarde. Estoy todavía tendido en mi cama, disfrutando de una buena siestecita. Luego de un agradable almuerzo en casa, se me ocurre escribir lo que se conoce como mi artículo de los miércoles, que debí terminar hoy y enviarlo al periódico HOY para su publicación, como es de costumbre.
Pero nada. Ya no valen las excusas. Lo que tengo que hacer lo hago en este momento, teniendo motivos más que suficientes para distraerme, compartir y disfrutar con ustedes mis apreciados lectores. Frente a la computadora pasan las horas y ni siquiera hemos iniciado el escrito de la primera página lo que hace casi imposible mi publicación en la prensa en lo poco que resta la semana. Pero no importa. No me amedrento.
Seguro que hay muchas cosas que contar y muchas otras que callar, pero juro por mi madre querida, que Dios tenga en su gloria, que me perdonen si miento, que la verdad es que no me ha venido nada a la mente. Sigo obstinado en escribirles, y no hay nada peor que una persona se aferre a algo que no tiene urgencia, ni otro empeño que no sea aprovechar su tiempo, ese tiempo bendito que llega, se va y que no vuelve. Por eso este tiempo presente, cuando aún puedo escribirles, me insiste que siga frente al computador.
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Abro el periódico Hoy por tercera vez. Lo leo, releo y no me viene nada a la mente que me obligue y requiera el motivo de un escrito, de una réplica. A veces pienso que lo hemos escrito todo. Que repetimos la queja y la esperanza. Sigo con mi pesadez, o mi “impertinencia.” Usted dirá. Pero así somos los que pensamos y creemos que servimos para algo y estamos dispuestos a luchar por una vida mejor; mal podríamos culparnos de esa “necedad.”
Así escribo estas líneas, que quizás piadosamente vean al luz. Aún sin tema específico, solo para decir que aquí estoy. Seguimos creyendo y seguimos ilusionados con mejorar este mundo. Decididos hoy, igual que ayer y siempre, a servir a nuestra patria, siendo nuestro único objetivo cumplir con ese deber, fieles a nuestras creencias políticas o si se quiere, nuestras chifladuras.
Y es que todo aquel que necesita escribir o que puede publicar en la prensa se siente más que complacido y satisfecho sólo con expresarse; aún el día en que la mente nos llega en blanco. Y por tener la necesidad de decir lo que viene de su interior y brota del pecho es que siento el coraje de publicar lo que ahora escribo.