De espaldas, ella mira a través de la ventana. El mundo, por momentos, le inquieta. Entonces se mueve, rauda, y toma su celular: tuitea, escribe en Facebook, pone algún mensaje en Instagram o, mejor aún, un video; cada uno de sus espacios queda copado con sus ideas, sus reflexiones, su forma de decir que está llena de dudas, de informidad, de indignación… de tantas cosas que, por instantes, le superan.
Está cansada de la desidia. Dice que la sociedad debe movilizarse y hacer algo porque nos están robando el país. ¿Es que acaso no se dan cuenta de que todos los gobiernos nos han hundido a golpe de préstamos, corrupción, sobrevaluaciones, déficit fiscales, impunidad, complicidades… tantas cosas que se traducen en complejos y eternos silencios?
Un día un grupo de gente parece haber escuchado su discurso. Y sale a las calles. Una marea verde arropa una parte de la ciudad. Pero ella, tranquila, se queda en casa o en uno de los tantos restaurantes de la ciudad. Eso sí, retuitea, comparte fotos y escribe mensajes de apoyo: es parte del 91% de los ciudadanos que, según la encuesta Gallup-Hoy, estuvo de acuerdo con la “Marcha contra la Impunidad”. Al mismo tiempo, sin embargo, ella fue parte de ese 81.9% que apoyó la marcha de forma pasiva porque, tristemente, solo un 4.6% lo hizo de forma activa.
¿Por qué, si estaba de acuerdo, no salió a protestar? Como ella, mucha gente cree que las palabras son suficientes: si somos capaces de ver el problema y reflejarlo en nuestras redes, para que nuestro mundo esté consciente de lo que sucede, hemos cumplido. ¿Saben qué? Con eso no basta. ¡Hay que salir y participar! ¡Da la cara!