En ocasiones, la frontera entre el taimado propósito de hacer daño y el respetable fin de imponer el orden y la ley es tenue y vulnerable. En más de una ocasión reciente (y en diversos casos del pasado) ha salido a la luz pública el comportamiento de personajes imbuidos de pasión política que con descaro se pusieron en evidencia por el manejo de información que a ojos vista había sido obtenida mediante el espionaje a que recurre usualmente el oficialismo. El propósito: agredir a adversarios partidistas, maniobras ilegales que en ocasiones el Ministerio Público posteriormente se negó a respaldar. Prueba irrefutable de que la privacidad telefónica puede ser violada con impunidad en este país.
Queda claro entonces que conllevaría graves riesgos de transgresión al ámbito privado el hecho de que organismos oficiales (débilmente frenados por la ética y por el imperio de la ley) puedan libremente ingresar a los archivos que contienen una diversidad de conversaciones absolutamente personales que no deben trascender sin autorización de sus participantes o sin una razón de orden público y un fin judicial validado por la autoridad correspondiente, colocada al margen de la vileza y dedicación a la intriga de algún sector. Esto que exponemos no dista mucho de lo que ha opinado el cardenal López Rodríguez; debe aceptarse el desafío de combatir el crimen cibernético pero sin invadir alegremente la privacidad de los ciudadanos.
Algo falló desde un comienzo
Vidas útiles se han perdido por atropellamientos de tránsito en un tramo de la avenida 30 de Mayo convertido de la noche a la mañana en cruce peatonal inadecuado; a campo raso. Al mismo tiempo, un espacio del litoral (que solo pertenece a la comunidad) es ahora un área de estacionamiento para cientos de vehículos de quienes estudian en la Universidad del Caribe.
De esa a trágica situación de hecho no puede culparse en primera instancia al ayuntamiento, fuera de reprocharle el que no utilizara preventivamente su autoridad para que el crecimiento vertiginoso de la universidad no derivara en trágico origen frecuente de accidentes. Pero el Cabildo está en el derecho de reglamentar el uso de terrenos de la comunidad y cada establecimiento abierto al público debe ocuparse de crear infraestructuras que brinden seguridad de acceso a los usuarios y zonas para estacionar vehículos.