La música calló, las bodas se cancelaron y la gente lloraba en las calles el sábado, el primer día que vivieron los cubanos sin el líder que llevó a su isla a una mayor igualdad social y años de ruina económica.
En una capital silenciosa, decenas de cubanos dijeron que sentían verdadero pesar por la muerte de Fidel Castro, cuyas palabras e imagen llenaban las páginas de libros escolares, las ondas de radio y las primeras palabras desde antes de que muchos de ellos nacieran. En conversaciones más íntimas, algunos expresaron la esperanza de que su muerte disminuya la presión para el camino de reformas emprendido por el presidente Raúl Castro.
Los dos hermanos condujeron a los rebeldes barbudos desde las montañas de la Sierra Maestra oriental hasta la capital, donde instauraron un gobierno comunista a 145 kilómetros de Estados Unidos. Pero desde que Raúl, de 85 años, sucedió a su hermano enfermo, se dio un limitado florecimiento de la empresa privada y el año pasado restauró las relaciones diplomáticas con Washington.
“Raúl tiene en su espíritu que el país avance, hace comercio con el mundo entero, hasta los Estados Unidos”, dijo Belkis Bejerano, ama de casa de 65 años, de la barriada Centro Habana. “Comercio es lo que Raúl quiere, nada más. Fidel estaba plantado en la Sierra Maestra todavía.” En sus años de vejez, Fidel Castro se abstenía de hablar públicamente sobre asuntos internos, respaldaba tácitamente las reformas de su hermano.
Sin embargo, reapareció dos veces en la escena nacional este año, para criticar la histórica visita del presidente Barack Obama a Cuba y proclamar en abril que el comunismo era “un enorme paso en la lucha contra el colonialismo y su inseparable compañero, el imperialismo”.