Hace tiempo que Haití está fuera del radar de los intereses de la comunidad internacional, se demostró cuando la MINUSTAH se retiró en 2017 y dejó el territorio a merced de una clase política incapaz de establecer acuerdos y una insaciable elite empresarial devoradora de lo poco que queda allí y cuyas residencias y capitales están en los EEUU, Canadá, Paris o la RD; con esa ausencia de elementos para conformar un escenario de estabilidad y posibilidad de progreso surgieron las bandas armadas, financiadas por políticos y empresarios, que han convertido esa nación en el peor desastre del continente.
El discurso de Biden ante el Consejo de Seguridad y la oferta ridícula de US$100 millones para apoyar una fuerza pacificadora, cuyo líder sería Kenia, pero la oposición rechaza el envío de tropas y el Tribunal Supremo, mediante sentencia detuvo el proceso, mientras, ninguna nación de AL se ha sumado, lo cual revela un panorama que la hace poco menos que inviable.
La cuestión se complica porque actualmente la humanidad es sacudida por dos guerras superpuestas, Ucrania y Rusia por la invasión del imperio que pretende resucitar Putin, e Israel contra la franja de Gaza, aprovechando el ataque sangriento e injustificado del grupo terrorista Hamas, para cercenar la posibilidad de la creación de un estado Palestino.
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No se trata de dos conflictos focalizados, no, se trata del inicio de una fractura que concluirá con un nuevo orden geopolítico. Ucrania no es simplemente un país defendiendo su independencia, se trata de un conflicto de occidente contra Rusia que cuenta con estados terroristas aliados, Irán, y aliados circunstanciales como China que con su poderío económico y militar esta lista para jugar un rol hegemónico en la nueva configuración global.
En el caso de Israel es un proceso que comenzó hace 56 años, como señaló correctamente el Secretario General de la ONU, Antonio Guterres, asentamiento de colonos judíos, despojo de la tierra, asesinatos, desconocimiento de la nación Palestina y la conversión de la franja de Gaza en la cárcel al aire libre más grande del mundo; esos vientos trajeron las tempestades de grupos terroristas Musulmanes que vinieron agravar la situación hasta llegar al genocidio contra civiles de ambos lados, pero de nuevo no se trata de Israel contra Hamas, están involucrados los EEUU por un lado e Irán y otros países árabes y Rusia.
Ese estado de conflagración, con la amenaza de daños a la economía global y hasta la posibilidad de una tercera guerra mundial, Haití representa un puntico negro carente de interés económico porque carece de petróleo u otros minerales estratégicos y por ello los EEUU no van a distraer recursos, ni van a asumir el protagonismo que demanda una fuerza pacificadora.
Así las cosas, sin intervención multilateral y un conflicto innecesario por la construcción de un canal, tan injustificado que el presidente Abinader ha ido desmontado sanciones, aunque la construcción del canal continua; entonces como país nos resta cumplir con la Ley de Migración, no la de un pacto con tintes electoreros que dice eso mismo.
Hay que detener o reducir la entrada de ilegales que logran su propósito merced a los peajes a las autoridades, hay que cortar de raíz el tráfico de parturientas y multiplicar las deportaciones.
El peligro para nuestra soberanía no es el canal, es la creciente población haitiana de este lado.