Con los votos se hace la paz

Con los votos se hace la paz

MARIÉN ARISTY CAPITÁN
El domingo se anunciaba sereno. Con la comida familiar de rigor, después de una noche realmente solaz, todo parecía hablar de descanso. Entonces sonó el fastidioso reguetón. Sin invitarle, sin llamarle a pasar, entró por el balcón del octavo piso en el que vive mi hermana Pilar.

Esta vez era Pacheco el que se anunciaba. Limpieza y orden, dice su eslogan. Sus palabras, sin embargo, resultan huecas. O es que ¿el ruido desmesurado no se traduce también en desorden?

No espero que me conteste esta pregunta. Tampoco que, como él, los demás candidatos que se han empeñado en gastarnos la broma pesada de invadir nuestra privacidad a ritmo de merengues y bachatas, entiendan hasta qué punto molesta la música de las «rocolas» que se pasean con desvergüenza por toda la ciudad.

Sé que es demasiado pedir que una pequeña niña como Pilar Marie, de apenas seis meses, pueda dormir una siesta tranquilamente; o que mi papá, que vive junto a la Abraham Lincoln, pueda regresar a dormir a su casa y deje de quedarse en su consultorio porque en su apartamento no puede descansar a causa de los mítines de madrugada. Tampoco ayudan, por supuesto, las insidiosas carreras de los niñatos que se juegan la vida y malgastan la carísima gasolina echando carreras.

La palabra respeto no tiene ningún valor en este país. Sino pregúntenle a quienes viven en las proximidades de Baccus, donde no sólo molesta el tapón y el desorden de los contertulios sino que se apuesta una «disco light» que anuncia la candidatura del dueño del lugar, el diputado Reynaldo Rincón.

Obviando la guerra publicitaria que nos trae vallas en cada esquina, y que constituyen otro tipo de violencia, la última jugada de esta insoportable campaña (que gracias a Dios llega a su fin) fue realmente indignante: la creación de la provincia Matías Ramón Mella y los municipios de Guaricano, Sabana Perdida, Mendoza y San Luis.

A pocos días de elegir a nuestros próximos representantes, a nuestros dilectos congresistas no se les ocurre nada mejor que burlarse de nosotros por última vez.

Es que, ávidos y ambiciosos ¿cómo podían conformarse con modificar la Constitución en un prosaico intento de extender nuestra agonía de ser gobernados por Hipólito Mejía;  con aprobar préstamos que terminarán de pagar nuestros tataranietos; o diseñar presupuestos que le restan recursos a Educación, Salud e instituciones como Hogares Crea, Rehabilitación o el Oncológico pero le suman a las ONG’s de su propiedad?

Cada vez quieren más. Y ni siquiera se preocupan por disimularlo. Una nueva provincia, para los incautos, es sinónimo de un senador, cinco síndicos y veinte regidores más. Todo eso, amén de la infraestructura que habrá que crear, se traduce en puestos, es decir, clientelismo del más vulgar.

Volviendo con las inconformidades, recordemos que estos congresistas ya nos habían «regalado» la provincia de Santo Domingo y tres municipios: el del Norte, el del Este y el del Oeste; el del Sur, porque había que dejar para el Distrito Nacional, no pudo crearse porque lo único que quedaba después era el mismísimo mar.

Eso son los congresistas que ahora andan vestidos de moral y nos prometen un Congreso limpio, que trabaje para nosotros. El problema radica en que sus palabras se la llevaron por delante sus propios hechos.

Usando una frase que Ricardo Arjona inmortaliza en la canción «Mojados», yo les diría que «sabe a mentira tu verdad». Y esa mentira, la de los políticos de turno que nos quieren engañar, debe ser rechazada en las urnas el próximo martes (si es que la gente se entera de cómo votar porque a estas alturas la Junta Central no se ha tomado la molestia de explicarlo). Rechazándolos, y castigando su falta de honestidad, podremos estar en paz.

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