Con mano dura

Con mano dura

Desde que asumió sus funciones, el jefe de la Policía, mayor general Manuel de Jesús Pérez Sánchez ha comprometido su palabra en la promesa de dedicarse de lleno a combatir la delincuencia, con energía pero respetando los derechos humanos.

Hay elementos de juicio para creer que, aún con las limitaciones materiales que afectan a la Policía, su comandante tiene muchas posibilidades de éxito en la meta que se ha propuesto. Su decisión de mandar a las calles a todos los policías, para labores de patrullaje y prevención, mejorará la vigilancia y podría actuar como disuasivo para los delincuentes.

No hay duda de que, aparte de otras acciones, es necesario aumentar la presencia de patrullas policiales en las calles, sobre todo en zonas de mucho movimiento económico que atraen a los delincuentes.

Una buena parte de los ciudadanos de este país tiene la percepción de que los policías están en capacidad de detectar a los autores de crímenes y delitos y que lo que ha faltado es quien los haga esforzarse más en sus tareas. Esta creencia se basa en que la Policía tiene registrados los patrones de operación y las preferencias de cientos, quizas miles, de delincuentes, las zonas donde suelen operar y el tipo de delito por el que se inclinan. Esto, aparte de que la institución cuenta con excelentes investigadores y se sabe que cada día los actualiza para que puedan hacerle frente a las novedades del mundo de la criminalidad.

-II-

No se pierde de vista que la Policía está escasa de personal y recursos materiales, que necesita mejores medios de transporte, comunicación y otras facilidades, pues en términos prácticos, ciertas bandas de delincuentes están mejor armadas y equipadas que las patrullas de ls Policía que deben hacerles frente.

Aún en esas circunstancias, creemos que la actual jefatura policial está en condiciones de mejorar sustancialmente la seguridad ciudadana, que tanto ha declinado en los últimos tiempos.

Una de las conductas policiales más criticadas ha sido la de los «intercambios de disparos» en que han resultado muertos delincuentes supuestos o reales. Esta tendencia le ha merecido al país críticas por lo que se estima han sido ejecuciones sumarias no investigadas ni castigadas adecuadamente. También han resultado una práctica odiosa los denominados «operativos», con lo que se arresta y atropella a gente que ni siquiera es sospechosa de actividad delictiva alguna. Es probable que esta práctica le reste a la Policía la colaboración que necesita de los ciudadanos. De cualquier modo, el tiempo que se gasta en estos «operativos» debería ser dedicado a mejores causas.

La Policía necesita rescatar la confianza que ha perdido entre los miembros de la sociedad, restableciendo la seguridad y actuando efectivamente contra los verdaderos delincuentes.

El jefe de esa institución ha advertido que actuará con mano dura para lograr ese resultado y puede contar que será respaldado plenamente siempre que esa mano dura no exceda los límites que establece la ley. Por la formación y capacidad que adornan al mayor general Pérez Sánchez confiamos en que podrá lograr las metas que se ha propuesto.

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