Con pinzas

Con pinzas

BONAPARTE GAUTREAUX P.
Cuando me sugieren, me piden, casi me exigen que escriba la Historia de la Guerra de Abril de 1965, por haber sido uno de los miles de protagonistas del más importante acontecimiento de masas del siglo pasado, respondo siempre de la misma manera: “cada combatiente, cada simpatizante, cada persona que se quedó en la Zona Constitucionalista, tiene una Guerra de Abril diferente”.

Todos sabemos una parte de lo ocurrido, ninguno tenía, ni tiene, el don de la ubicuidad: estar presente al mismo tiempo en todas partes y algún día se podrá armar el rompecabezas.

La historia es como el buen trago o como la canción melodiosa de letra que cala profundo y permanece. La historia necesita ver pasar las aguas del río durante mucho tiempo para que se limpie de pasiones, para que se pueda separar con facilidad la paja del grano.

Libros sobre la Guerra de Abril ya he escrito y preparo otros dos y dos novelas que tratan ese tiempo glorioso, pero sé que no voy a escribir la Historia de la Guerra de Abril despojándome de pasiones, ¡líbreme Dios!

Fabio Rafael Fiallo escribe en este diario y da su óptica sobre episodios históricos; hay que advertir a los lectores que se trata de una parte interesada, de una persona que ve con unos anteojos y unas anteojeras. Su visión es de tuerto, sólo ve para un lado y desde un lado.

Su último artículo trata sobre la muerte del doctor Angel Severo Cabral, distinguido luchador antitrujillista que devino en golpista contra el gobierno del Partido Revolucionario Dominicano presidido por Juan Bosch, en 1963.

Cierto, la muerte de don Severo fue “horrenda” pero los constitucionalistas no éramos, como se atreve a escribir Fiallo, “adversarios declarados de Severo Cabral”. Eso es ver la historia de modo interesado y parcial.

Los constitucionalistas, los perredeístas no arrojamos la primera piedra contra el doctor Cabral: él sí pisoteó la voluntad popular expresada el 20 de diciembre de 1962 cuando se eligió a Bosch.

Por supuesto, nada justifica la muerte de don Severo, independientemente de sus acciones para derrocar al gobierno de Bosch, en las cuales estuvo acompañado de muchas personas que aún no creen en el respeto a la voluntad popular y la escamotean con comisiones, mediaciones y otras formas sinuosas de engañar al pueblo.

Ver la historia de manera fanatizada, parcial, prejuiciada, con anteojos de tuerto, es un derecho que le asiste al señor Fiallo y a muchísimos otros que con frecuencia ensucian las aguas para ver qué pescan.

Pero también quienes hemos tenido que defender nuestros derechos tenemos que alzar la voz para advertir a los lectores que hay verdades parciales, enfoques fuera de lugar, repetición de historias contadas con odio e

intenciones ocultas en levantar pústulas hediondas que se van a revertir contra el aprendiz de cirujano social.

Es fácil decir que la muerte de don Severo fue “horrenda”. ¿Y qué decir de la acción incivil, abusiva, del asesinato mediante fusilamiento del doctor Manuel Aurelio Tavarez Justo y sus compañeros de gesta? Para sólo citar un ejemplo.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas