¡Con razón!

¡Con razón!

Reunidos en un restaurante, un grupo de amigos hablaba acerca de lo que llamaban el destino cuernil de un tercio ausente.

-No encuentro, por más vueltas que le doy a la cabeza, las razones por las cuales un hombre alto, de figura atlética, buen mozo, medianamente culto, ha sufrido en tres matrimonios igual número de adornos caprinos- dijo uno, mientras sonreía con maligna expresión en el rostro.

-Además de las características que has descrito- expresó otro contertulio- el hombre tiene un master en tigueraje; sus jornadas de tragos de contenido etílico en prostíbulos superan el millar de horas.

-¿Será que no tiene fuego de puterío en la sangre, pese a ser un macho dominicano ciento por ciento, sin asomo de vena pajaril?- preguntó uno que durante la tijera al cornudo se había mantenido silencioso.

-Las frecuentes visitas a cabarés en sus años de primera juventud no se debieron a que estuviera realizando estudios sico sociológicos sobre las vidas de prostitutas, maipiolos, y clientes habituales y ocasionales de esos sitios.

La frase teñida de ironía brotó de los labios del tercio con mayor propensión a visitar los lugares de venta de la gustógena y cotizada carne de mujer.

-No creo mucho en las casualidades, sino en las causalidades, y en el caso del caballero de quien hablamos, hay un misterio que algún día se aclarará, ya que no hay nada oculto bajo el solazo tropical de nuestro mediodía – afirmó el de bien ganada fama de chismófilo.

El murmurador prometió a sus acompañantes sacarle información al “murmurado”, y poco después los convocó en el mismo lugar.

– Nuestro querido compañero de parrandas es el único responsable de lo que ha vivido con sus esposas, pues me dijo que las mujeres que le gustan son las de carnes abundantes, sobre todo en el área fundillil-manifestó, sonriente y gozón.

-¿Y todas las fundillonas son cuerneras?- preguntó alguno.

-No, pero despiertan el morbo de la mayoría de los hombres criollos, y por ende existen con ellas mayores posibilidades infidelidógenas. Además, nuestro enllave admitió que no le gustan las féminas desabridas, sino las gustosas, coquetas, que gustan de mostrar sus encantos, por lo que mantienen a sus compañeros entretenidos, lejos del aburrimiento. Creo que  para llegar a las causas de sus fracasos matrimoniales no hay que ser detective ni adivino; con lo que me dijo, basta y hasta sobra- aseguró con aire triunfal, en medio de un coro de carcajadas. 

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