Con sabor a café

<P>Con sabor a café</P>

El café es una de las bebidas más famosas del mundo. Y también una de las más consumidas. Pero el consumo de café no tiene por qué estar relegado a ser solo una deliciosa bebida de taza: también puede utilizarse como ingrediente de otras preparaciones en nuestra cocina.

A principios de año,  en el foro Madrid Fusión los chefs internacionales externaron múltiples alabanzas al café, ya no solo como bebida, sino como potenciador de sabores y un ingrediente más de la alta cocina.

Y es que, en la actualidad, los cocineros más reputados, como  Ferrán Adriá, investigan sobre las utilidades y combinaciones que este grano, incluso verde y sin tostar, aportaría como  parte  de la amplia variedad de vegetales que podemos incluir en las recetas.

 Sin embargo, y aunque somos un país productor de café,  es más fácil encontrar el café tostado que el verde, y por ello las elaboraciones gastronómicas se hacen con  él, molido, colado y más o menos cargado, según el tipo de receta que se quiera preparar.

Su aroma es inconfundible, su sabor lo es aún más y puede  eclipsar el gusto de casi cualquier alimento al que acompañe en la alta cocina.

Pero sin llegar tan lejos, en el ámbito doméstico es posible incorporar el café en nuestro recetario diario.

Preparaciones de repostería  (helados, sorbetes, pasteles, rellenos, natillas o flanes) tienen el mismo apellido: de café. Algunas sugerencias para disfrutar (y sorprender) son el flan de café,  el arroz con leche y café, o el helado de yogur con sabor a café… Vale al pena probarlo. Lo interesante es que el café también tiene cabida en  platos salados.

El truco, en este caso, radica en “infusionarlo” en otro tipo de líquido, en lugar de agua.

Un ejemplo es el aceite: si lo utilizamos para la infusión, conseguiremos un aceite con un toque aromático de café. Con él podremos aliñar ensaladas de manera original, darles un toque diferente a las verduras cocinadas, o emplearlo como elemento aromático a la hora de preparar una carne a la plancha.

En el mundo de las cocciones prolongadas (como los “ragouts”, los guisos de pollo, etc.) es habitual utilizar un poco de chocolate amargo para oscurecer y matizar el plato, y  también para dar personalidad a la salsa final. El mismo efecto se puede conseguir al sustituir el chocolate por unas gotas de café súperconcentrado, utilizándolo como si fuese un buen perfume. 

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