Con el debido respeto a su alta investidura militar, le hago por este medio un emplazamiento público al secretario de Estado de las Fuerzas Armadas, general Soto Jiménez, que a lo mejor hasta le resulta grato, dada su reconocida vocación por la Historia.

Además, lo que quiero pedirle al general es, no sólo de fácil ejecución, sino que le podría granjear la gratitud ciudadana, un premio invaluable que muchos quisieran merecer.

Le pido, general Soto Jiménez, una modesta contribución que está al alcance de las Fuerzas Armadas, para la dignificación del área que ocupa el mausoleo donde reposan los restos de los Padres de la Patria, en el Parque Independencia de esta capital. Para ello podría trabajarse en coordinación con la Comisión de Emergencia, del Ayuntamiento del Distrito Nacional, pero pienso que bastaría con una efectiva labor de iluminación y vigilancia permanente.

¿Qué tanto costaría, señor Secretario, dotar al monumento y su entorno de unos cuantos focos y reflectores que se alimenten de electricidad donada por alguno de los establecimientos privados del vecindario, que tienen planta eléctrica automática, de tal manera que los manes de nuestros libertadores no se vean arropados por las tinieblas ni un solo instante, sino que, por el contrario, el lugar esté siempre resplandeciente como un sol?

¿Qué tan difícil será asignar una dotación militar permanente de cinco o diez hombres ejemplares, que sientan la realización de ese servicio como un premio dignificante?

Por si no lo sabía, general Soto Jiménez, el sitio del descanso eterno de los Padres de la Patria es, hoy por hoy, una vergüenza nacional. Gánese usted el mérito de corregir ese error histórico, en la seguridad de que ningún Secretario de las Fuerzas Armadas que lo sustituya a usted el 16 de agosto venidero se atreverá a dar marcha atrás a una medida como la que le propongo, so pena de ganarse el escarnio público por los siglos de los siglos.

Con todo respeto, general.

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