Con todos los libros a cuestas

Con todos los libros a cuestas

 POR ÁNGELA PEÑA
Desde hace más de un decenio, René Grullón Núñez viaja a la República, procedente de Estados Unidos y Puerto Rico, para comprar casi toda la producción bibliográfica del escritor nativo, y gracias a su empeño, el libro dominicano está en las bibliotecas del Congreso, en la mayoría de las universidades norteamericanas y boricuas, en Alemania, México, Colombia, Francia, Inglaterra, así como en galerías de arte y otras instituciones culturales del mundo.

Aunque su principal suplidora es Virtudes Uribe, de la librería La Trinitaria, el inquieto intelectual que emigró del país en 1971, conoce a casi todos los demás libreros, coleccionistas, editores, autores, centros e instituciones dedicados a labores de publicaciones, puestos de antigüedades y vendedores particulares a los que deja numerosos encargos que recoge en visitas posteriores.

De cada volumen compra hasta treinta y cinco ejemplares para poder satisfacer la demanda del mercado extranjero que le pide antropología, historia, arte, sociología, poesía, novela, cuento, política, economía, derecho… Les importa lo reciente y lo antiguo y muestran interés por aspectos estadísticos como cuántos mueren de causa natural  o por accidentes de vehículos. Por eso ha tenido gran acogida el libro de Pedro N. Green, Accidentes de Tránsito en la República Dominicana. Les sorprende a bibliófilos el impresionante dato de que el país ocupa el primer lugar en el mundo en muertes ocasionadas por automovilistas.

También están entre sus clientes personas interesadas en hacer negocios. Pero además le solicitan folletos y revistas de la izquierda fogosa de otros años. “Las bibliotecas siempre están adelantadas a lo marginal: la homosexualidad, el tema haitiano, etc.”, dice, enfatizando la acogida que ha tenido la Antología de la Literatura Gay Dominicana, por Miguel Decamps Jiménez y Mélida García.

René tiene su agenda de recorridos y viajes domésticos, un extenso catálogo de los libros que le piden y atraen su atención y un taxista que contrata por días que, tanto como guía es ya ángel de la guarda por el tiempo que lleva ofreciéndole servicio. Cuando se marcha, tras agotadoras semanas de búsquedas y compras, envía por correo privado alrededor de cuarenta cajas repletas de libros, boletines, revistas. “Les estoy supliendo a los investigadores, a los que van a hacer las tesis doctorales de esos centros. Creo que va a llegar un momento en que el que quiera estudiar temas dominicanos va a tener que ir a la biblioteca del Congreso”, afirma.

Es cautivante escuchar hablar a este sabueso de la letra impresa de sus criterios de selección, el origen de su devoción por el libro, sus frustraciones y desencantos y la alegría que lo invade cuando tropieza con una joya perseguida por años, con Daniel, Pichardo, Talo, propietarios de regueras en la Zona Colonial, o en Cuesta, Mateca, Thesaurus, Avante, La Filantrópica, Luna, Intec y otras universidades, las librerías Jurídicas o los propios autores. “Paso días enteros barriendo las librerías y lo que no encuentro en La Trinitaria implica que debo buscarlo en las demás”, expresa.

Le decepciona que organismos como bancos, consorcios, multinacionales, grupos privados e instituciones gubernamentales no vendan sus publicaciones. “Es un problema, porque no quieren regalar más de un ejemplar, no entienden la importancia de la información”, lamenta.

MIRANDO LIBROS

René nació en Guayabal, Santiago, el trece de marzo de 1961, hijo de José Ramón Grullón y Antonia Núñez, maestra de la comarca. En sus primeros años en Nueva York hizo la escuela elemental superior y comenzó los estudios universitarios en Brooklyn College pero los interrumpió por el traslado a Puerto Rico donde concluyó una licenciatura en Literatura Hispánica. No terminó la maestría debido a su vehemencia por los libros. Ya trabajaba en Libros en Venta, en la calle Sol, del Viejo San Juan, propiedad de Margaret y Daniel Melcher, el creador del ISBN. Todo lo que se publicaba en español era ofrecido por ellos en una voluminosa guía para bibliotecas con información de América Latina y España.

“Me sentaba a la computadora a entrar los títulos, hacer la ficha bibliográfica, día y noche. Eso es lo que me pone en contacto con el libro, con las grandes bibliotecas del mundo”, cuenta. Después de cinco años en ese establecimiento pasó a The Book Store, una librería de San Juan que hoy se llama Cronopios, luego dirigió la librería del Instituto de Cultura del Viejo San Juan, dedicada a obras puertorriqueñas, hasta  que se le ocurrió crear su propio negocio, Libros de Barlovento, que se dedica a dar servicios a grandes bibliotecas: “la del Congreso, en Washington, Harvard, Princeton, Yale, Instituto Iberoamericano…”.

Para René “es importante todo libro o documento que tenga algún valor para alguien que esté estudiando la República Dominicana. Mi persona clave es Virtudes Uribe, es posiblemente la persona que más material tiene de República Dominicana”, significa agregando que cada vez que viaja a Santo Domingo, compra las novedades.  Después de sus adquisiciones, cataloga con un breve comentario del contenido, título, autor, pie de imprenta, fecha de publicación, número de páginas. En más o menos dos semanas envía el catálogo a las bibliotecas que entonces escogen sus preferencias, si no es que ya tienen contratados los pedidos.

René se entera de la existencia bibliográfica nacional por todas las vías posibles, pero cuando no tiene la más mínima referencia, “examino el libro, empiezo a mirarlo, observo si tiene bibliografía, si está bien documentado, aunque hay libros que no es necesario verlos”, asegura, citando autores e instituciones que compra sin reservas.

Independientemente del beneficio económico que estas operaciones puedan representar, René siente orgullo de ser difusor y promotor del libro criollo y de sus autores, muchos desconocidos o vistos con indiferencia en su propia tierra. “¿Sabes lo que significa diez años mandando allá todo lo que se publica y ellos catalogando?”, pregunta. “Me están comprando constantemente, y esto le garantiza un lugar permanente a los libros dominicanos, que se conservan en condiciones óptimas de ambiente, temperatura y que, ya catalogados, se les  prestan a los investigadores y además se pueden ver en Internet”.

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