Con una reforma inminente, toca dejar de gastar 

Con una reforma inminente, toca dejar de gastar 

Teatral, jugando a la sinceridad, el proceso de “consenso” de la reforma fiscal no fue más que un burdo trámite para darle visos de legalidad a un proyecto que sólo tiene un espíritu tributario. Como siempre, después de “agotar” los procesos, el Gobierno rompe el diálogo y pasa a su tierra prometida: el Congreso, donde la mano siempre se levanta hacia la justa dirección  (aquella que quiera el amo).

No cabe ninguna duda de que desde el primer momento el  Gobierno, ese que no puede ocultar sus baratos niveles de hipocresía, tenía claro lo que iba a aprobar: por eso exageró un tanto, para tener terreno para cortar y hacer ver que “cedía” y luego, a pesar de los reclamos, apostó por lo seguro. La Bicameral, ya lo verán, ha sido un mero desperdicio.

Las declaraciones de  Temístocles Montás han marcado la tendencia en todo momento. Su urgencia, la forma en que decía que el CES sólo era consultivo… él es quien nos ha dicho cómo se dirigirá la orquesta. Por eso, a pesar de las pataletas, a la sociedad no le quedará más que aguantarse.

Convencida de que todo lo que diga irá al aire, he tomado una decisión: a partir de la aprobación de la reforma llevaré mi estilo de vida al mínimo, es decir, no consumiré nada que no sea indispensable. No es verdad que, ante un Gobierno que no quiere hacer recortes, voy a gastar más para tener el mismo estilo de vida: le restaré, en lugar de sumarle, todo los ingresos que pueda.

Me niego a seguir manteniendo turpenes. Prefiero meter mi dinero bajo el colchón. Si todos lo hacemos, el Gobierno tendrá que rectificar. Nuestro pecado, siempre, ha sido dejarnos joder.

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