Concertación en vez de cuarta vía

Concertación en vez de cuarta vía

RAFAEL TORIBIO
En varios países de América Latina el acuerdo entre diferentes fuerzas políticas y sociales ha representado una nueva alternativa política que ha llegado al poder. La Concertación en Chile, con varios años ejerciendo el poder, es el mejor ejemplo.

A raíz de la forma en que fueron derrotados en los tres partidos mayoritarios, los precandidatos que se presentaron con un discurso alternativo, se ha empezado a hablar en el país sobre la posibilidad de la conformación de una cuarta opción política.

Al descontento de dirigentes y militantes al interior de los partidos en que estos precandidatos fueron derrotados, con procedimientos «non santos», según ellos, hay que agregar el descontento que desde hace tiempo es un sentimiento compartido por una gran parte de la población, en razón de la forma en que se entiende la política y se ejerce el poder y de que los gobierno pasan y los problemas permanecen.

Pero según la encuesta última de la firma Penn and Schoen el descontento se extiende en esta ocasión, de manera concreta, a las ofertas electorales que presentan los partidos mayoritarios en sus candidatos a la Presidencia de la República: Los tres tienen una tasa de rechazo que sobrepasa el 40% y existe un 20% de indecisos respecto a si vota en las próximas elecciones.

Por lo demás, los tres partidos representan experiencias políticas ya conocidas en el ejercicio del poder desde el Estado. Como partidos no pueden ofrecer, de manera creíble, algo diferente de lo que han hecho cuando han sido gobierno.

De los tres candidatos a la Presidencia uno representa «más de lo mismo», pues es muy difícil esperar que haga en un nuevo mandato lo que no ha hecho en dos anteriores. Otro es apoyado por quienes hicieron un pésimo gobierno, responsables de haber dividido el partido y humillar a sus principales dirigentes. Además, es un candidato con una promoción más apropiada para terciar por la presidencia de una empresa constructora, que por la primera magistratura del Estado. El tercero ha hecho gala en toda su vida política del clientelismo y el pragmatismo en sus formas más primitivas y degradantes.

La posibilidad de estructurar una nueva opción, sobre la base de la concertación entre diferentes fuerzas sociales y políticas, en estos momentos no parece una idea descabellada, aunque sí difícil de lograr. Sería, por lo menos, algo novedoso e interesante, que pudiera tener, además, una importancia significativa en la política nacional, tanto en el presente como en el futuro. Por lo menos permitiría a una apreciable cantidad de personas no tener que votar por el candidato «menos malo», lo que se ha convertido en una desgraciada tradición.

Lo ideal fuera que los partidos políticos se comprometieran con la firma de un gran pacto nacional, que incluyera la participación del movimiento social y sindical, a impulsar el desarrollo del país, resolver los problemas fundamentales y fortalecer la institucionalidad democrática, como fue el caso de España con el pacto de La Moncloa. Además, esto contribuiría a la recuperación de su credibilidad y legitimidad.

Si los que están impulsando, o puedan integrarse, a una iniciativa de una nueva opción política aceptaran algunas sugerencias, me arriesgaría a hacerles llegar las siguientes.

Debe ser un proyecto concebido a mediano plazo; aunque se iniciara para participar eventualmente en las elecciones del 2008, la visión tiene que contemplar las del 2010 y, sobre todo, las presidenciales del 2012.

Debe ser una concertación que incluya a partidos políticos, movimientos sociales y representativos de la sociedad civil organizada.

La base de la concertación tiene que ser un programa de gobierno compartido, en los ámbitos nacional y municipal, comprendiendo de manera destacada una agenda legislativa y otra de acción municipal.

Este programa de acción compartido debe centrarse en las reformas políticas y sociales requeridas, y siempre pospuestas, que fortalezcan la institucionalidad, una democracia más participativa, de mayor calidad y eficacia; orientado, fundamentalmente, a invertir en el desarrollo humano.

Debe asumir una referencia ideológica y ética que signifique un compromiso con valores y principios, así como una nueva forma de concebir y ejercer el poder político.

Al momento de hablar de posibles candidatos el compromiso debe ser con la Nación y la ejecución del programa de gobierno, no con ser el Presidente de la República.

Esta aspiración, que puede convertirse en realidad, exige en quienes se comprometan con su realización visión de futuro, compromiso solidario y renuncias o posposición de protagonismos individuales. Esto lo hace muy difícil, pero no imposible.

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