Concierto para un sueño cierra temporada sinfónica

Concierto para un sueño cierra temporada sinfónica

La Orquesta Sinfónica Nacional cerró el miércoles su Temporada Sinfónica con un hermoso concierto a beneficio del Hogar Escuela Domingo Savio, dirigido por el maestro José Antonio Molina, y en el que tuvo una participación destacada la joven soprano Nathalie Peña-Comas.

Tras la interpretación del Himno Nacional, indicativo del cierre de la temporada, las enigmáticas notas de los violines nos introducen en el “Preludio y muerte por amor” del drama musical “Tristán e Isolda” de Richard Wagner. La belleza y poder evocador de la música concentra en pocos minutos gran intensidad armónica, y es que este famosísimo preludio a decir del musicólogo Kurt Pahlen “es anhelo hecho música, pasión amorosa hecha sonido, olas de intensidad creciente y gran tensión interior”. El maestro Molina obtiene de la orquesta un momento sublime, que se decanta en el dramatismo musical de la transfiguración.

La hermosa figura de Nathalie Peña-Comas hace su entrada; acariciada por las notas del alegre vals, canta “Je veux vivre” -yo quiero vivir- la hermosísima aria de Julieta -preámbulo de su encuentro con Romeo- de la ópera “Romeo y Julieta”, de Charles Gounod. Luego la joven soprano interpreta “Eccomi in lieta vesta…o quante volte”, aria de otra Julieta, la de Vicenzo Bellini, en su tragedia lírica “Montescos y Capuletos”.

Estas dos versiones, desde la óptica de los compositores, una llena de vida y esperanza, la otra más lírica y emotiva, ofrecen la oportunidad a Nathalie, de mostrar su potencial dramático, capaz de transmitir las emociones y la pasión que manan del personaje shakespeariano, así como la ductibilidad de su voz de hermoso color, el dominio del fraseo, y el trémolo de gran belleza tímbrica. El diálogo intimista de voces e instrumentos utilizados por Bellini, alcanza un momento supremo en el entrañable dueto de la soprano y el arpa.

En un cambio radical la cantante interpreta, “Je marche sur tous les chemins…Obeisson Quand leur voix appelle” –Ando por todos los caminos, obedezcamos cuando su voz nos llama- de la ópera Manon de Jules Massenet, inspirada en la novela de Abbé Prévost. Esta aria se acerca a la “chanson” romántica francesa, adecuada a Manon, personaje liviano, frívolo, de la “Belle epoque”. La ligereza del personaje le ofrece a la soprano una nueva vertiente interpretativa que asume con encanto y sutil coquetería, al tiempo de mostrar nueva vez su virtuosismo vocal, en los agudos. Sin duda Nathalie Peña-Comas, dio muestras de su gran calidad artística, lo que motivó del público una respuesta favorable.

Luego del intermedio, visitamos una exposición imaginaria, a la que nos conduce la suite descriptiva “Cuadros de una exposición” del compositor ruso Modest Mussorgsky. Escrita originalmente como composición pianística, trasciende con la esplendorosa orquestación de Maurice Ravel. El compositor se inspira en cuadros del pintor ruso Víctor Hartmann, exhibidos en una exposición póstuma en 1874.

Mussorgsky convierte los cuadros pictóricos en cuadros sonoros, y los une mediante un corto motivo llamado “paseo”.

Cada cuadro descrito magistralmente, produce una nueva emoción, así a través de un periplo fascinante conocemos al enano “Gnomo”, visitamos “El viejo castillo” cargado de romanticismo; caminamos por el paseo de las “Tullerias; disfrutamos en “Bydlo” de una melodía un tanto melancólica que se eleva sobre el monótono movimiento del rústico vehículo.

Otro cuadro encantador lo es el “Baile de los pollitos en sus cascarones” luego, en “Dos judíos polacos” escuchamos un diálogo hilarante en su realismo: la impotencia del pobre frente al rico. En el “Mercado de Limoges” percibimos los gritos de las vendedoras, y al entrar en las “Catacumbas” el ambiente se torna sombrío, el lenguaje musical se vuelve fantasmal.

Imaginamos un reloj en forma de cabaña sobre patas de gallina, es “La cabaña de Baba Yaga”, el personaje de antiguas leyendas rusas aparece en una grandiosa visión sonora. Finalmente llegamos a “La gran puerta de Kiev”, una especie de arco de triunfo; la música evoluciona bajo los repiques de las campanas de la venerable ciudad, de los instrumentos de viento, metal y percusión, llegando a un climax enervante.

Las imágenes de inagotables fantasías sonoras, son dibujadas con todas sus tonalidades por cada una de las familias orquestales, siguiendo los trazos del diestro pincel del maestro José Antonio Molina.

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