El Teatro Nacional celebró su 41 aniversario con un concierto a cargo de la Orquesta Sinfónica Nacional conducida por el maestro José Antonio Molina, que privilegió la música dominicana, y tuvo como solista invitado el reconocido saxofonista cubano Paquito D’Rivera. Con las notas del Himno Nacional se inició la significativa noche.
La música de dos generaciones de compositores que llenan de orgullo a nuestro país, padre e hijo, los maestros Ramón Antonio Molina –Papa – y José Antonio Molina, fue interpretada en la primera parte del concierto.
Cuando la música popular o folclórica es elevada a música de concierto, esta adquiere una dimensión insospechada.
Ya en el siglo XVIII célebres músicos introdujeron en sus obras aires folclóricos, como el fandango español, entre otros, Christoph W. Gluck en su ballet Don Juan, y Amadeus Mozart en el tercer acto de su ópera “Las bodas de Fígaro”. En el siglo XIX, la habanera aparece en obras clásicas, siendo una de las más emblemáticas la célebre habanera del Ballet Carmen de Georges Bizet.
Papa y José Antonio Molina se inspiran en nuestros aires folclóricos. La primera obra presentada “Tres imágenes folclóricas”, una especie de suite, del maestro Papa Molina, es la expresión musical de nuestro sincretismo cultural que se manifiesta principalmente en los temas “Los congos de Villa Mella” y “La muerte de Mandé”, cuyo personaje de leyenda inspiró el primer ballet dominicano con tema folclórico “La leyenda de Mandé” de Patricia Ascuasiati, estrenado en 1996. El tercer tema “Monte adentro” nos lleva, con su melódico jaleo, al encuentro de nuestro ritmo por excelencia, el merengue. El compositor recibió una merecida ovación del público que colmó la sala Carlos Piantini, por su magnífica obra y más aun por su historia musical que con sus notas inspiradas, ha engrandecido la música dominicana.
En un relevo generacional y programático, la primera parte del programa concluyó con “Merengue fantasía” de José Antonio Molina, quien se inspira en temas de merengues tradicionales en sus distintas modalidades –merengue-pambiche-bolemengue–. El prólogo, lleno de sutilezas, conduce al encuentro de conocidos temas que nos transportan a esa época dorada de nuestro ritmo nacional, y en alas de la música contagiosa bailamos imaginariamente, al ritmo de “Papa Bocó”, “Los algodones”, y “La empalizá”.
La tambora y la güira, alma y corazón de nuestro merengue, se convierten momentáneamente en instrumentos sinfónicos; el final es una apoteosis: José Antonio Molina magistralmente convierte el entrañable “Jarro pichao” en toda una sinfonía. El público, encandilado, aplaude con entusiasmo, poseído aún de la rítmica cadencia. La orquesta respondió con precisión a la dirección atinada de Molina, cuyos voluptuosos movimientos de su cuerpo todo son un ingrediente más que dan sabor a esta noche tropical.
En la segunda parte, se interpretó el Concierto para Saxofón Alto y Orquesta, del compositor dominicano Bienvenido Bustamante.
El solista invitado es recibido con un prolongado aplauso. Muchos de los allí presentes recuerdan las actuaciones de Paquito D’Rivera junto a la Orquesta Santa Cecilia, hace ya varias décadas, y esto les permite valorar, junto a un público más joven, las magníficas condiciones que aun muestra este singular músico.
La introducción del primer movimiento “Allegro moderato”, es un canto vital en la que participa el “tutti” orquestal, para luego dar paso al solista. Los solos, los diálogos, son de gran belleza. Tras el segundo movimiento “Lento”, sobreviene el tercer movimiento “Moderato”, iniciando la güira el tiempo de merengue, el jaleo permite las improvisaciones al solista; la sala se llena de ritmo y el público produce una verdadera ovación, que obligan al versátil y locuaz solista a deleitarnos con una “ñapa” –para continuar con el carácter folclórico de la noche–, en la que D’Rivera cambia el saxofón por el clarinete e interpreta el solo de Dizzy Gillespie, “Salt Peanuts” con el que el público interactúa en el estribillo, y luego “A Night in Tunisia”. Finalmente acompañado de la orquesta interpreta, de Astor Piazzola, “Oblivión”. Una feliz noche para conmemorar un año más del Teatro Nacional.