Conciliar política y conocimiento

Conciliar política y conocimiento

A: José Francisco, fraternalmente

El ejercicio de la política, en gran medida, por largo tiempo se asentaba en la práctica, obviando, en cierta forma, el peso decisivo del conocimiento. Ahora, en esta época del conocimiento, la realidad se impone por encima de la otrora práctica. Una de las consecuencias más palpables de la revolución tecnológica se encuentra en la democratización del conocimiento: todos tenemos las mismas oportunidades de poseerlo, la tecnología así lo garantiza y permite.

En mi trayectoria política, viendo en retrospectiva, siempre fue ardua la tarea de conciliar política y práctica, y en esta época, por razones muy singulares, se vuelve más difícil y problemática, el trabajo del asesor y del dirigente, igualmente. Esta clase de profesional, por el comportamiento de la ciencia, la profusión del conocimiento y la divulgación del mismo, se multiplica y hasta se anula a sí mismo.

Es sorprendente la velocidad con que el saber se ha democratizado. El conocimiento es amplio y nos pertenece a todos por igual. Este cambio esencial de paradigma obedece, fundamentalmente, a estos hechos:

1. Al avance y la flexibilidad de la ciencia.

2. A la realidad tecnológica que desborda, y continúa, a cada instante, los distintos ámbitos de la sociedad.

3. Al amplio papel que juegan los medios de comunicación tradicionales, y las redes sociales, a las cuales nos hemos referido en este medio periodístico.

Veamos a grandes reglones estos tres aspectos:

La ciencia amplía, a cada momento, su cuerpo. Las investigaciones, con instrumental de última generación, se suceden y llegan a hallazgos y conclusiones que echan abajo la que se tenía por cierta. Y ahí surge esa flexibilidad que aludimos como uno de los elementos constitutivos, contrario al saber tradicional. La ciencia subraya ahora que nada es absoluto, ni aún cierto, aunque se predique. La certeza siempre está en cuestionamiento.

La especificidad tecnológica refiere que ella, por sí misma, constituye un cuerpo de acción que genera posibilidades múltiples que condicionan estamentos sociales también múltiples. En tal virtud, el saber y la formación ya no son realidades en sí mismas, más bien instrumentos. Medios que posibilitan la obtención de destrezas y resultados.

Y, finalmente, el tercer aspecto, la comunicación se resuelve en los medios, tanto en los tradicionales como en los muy modernos. Ellos son escenarios del debate, de la legitimación y su contrario. Nada es privado ya, los actos de las personas públicas se hacen también en los otros, se vuelven pertenencias con prontitud.

Sobre ese tejido actúa el asesor y el dirigente, quienes cargan el saber y lo traspasan a los que toman las decisiones sobre políticas que afectan, positiva o negativamente a la sociedad. La práctica política y, consecuentemente, el ejercicio del poder siempre ha requerido del otro que aconseje, los nombres se suceden a través de la historia. Esto constituye un factor ineludible para la toma de decisiones arriesgadas y controversiales, que es donde más se requiere de su contribución. Ahora, la profusión del conocimiento y democratización plantea, en cierta forma, esta cuestión: su anulación misma.

En otras palabras, al generalizarse el saber aparecen en el escenario las contradicciones, a veces, muy serias y se llega al enfrentamiento en coyunturas específicas que se presentan, en muchos momentos, de una campaña y en el mismo cuerpo del Estado. De modo que esto se constituye en un serio problema en el seno de las organizaciones políticas que advertimos a diario en los medios de comunicación.

Después de casi cinco décadas de mi vida dedicada a la cosa pública, he llegado a la conclusión de que el único camino correcto para deshacer este tipo de relación: conocimiento y política, es la escenificación de una reflexión en la que prevalezca la comunicación y el sentido común.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas