La película Cónclave, dirigida por Edward Berger, es un drama político y religioso que sumerge al espectador tras las puertas cerradas del Vaticano luego de la muerte del Papa. Con un reparto estelar encabezado por Ralph Fiennes, Stanley Tucci, Isabella Rossellini y John Lithgow, el filme aborda la intensa y secretadinámica de la elección papal. A través de debates internos, alianzas estratégicas y dilemas morales, el cónclave se convierte en un microcosmos del poder. Sin embargo, el desenlace revela dos mensajes universales: el poder cambia de manera silenciosa y enigmática, y en ocasiones, quienes menos parecieran con posibilidad de ostentarlo, son los que terminan dirigiendo.
El primer mensaje que la película destaca es la naturaleza hermética de las transiciones de poder. A menudo, los cambios significativos no son resultado de discursos clamorosos, gestos rimbombantes o confrontaciones abiertas, sino de maniobras soterradas, silenciosas pero decisivas. Este rasgo, lejos de limitarse al ámbito eclesiástico, resuena en todas las esferas del poder, desde la política hasta los entornos corporativos.
El segundo mensaje, quizá más llamativo, es cómo el liderazgo emerge desde lugares inesperados. En la narrativa de la película, los favoritos para el trono papal son eclipsados por un personaje que, en apariencia, carece de ambición o apoyo suficiente. Este giro subraya una verdad incómoda pero real: el poder no siempre recompensa a los más preparados o visibles, sino a quienes logran conectar con las circunstancias de manera inesperada. En la historia y en la política contemporánea, abundan ejemplos de figuras que, contra todo pronóstico, alcanzaron posiciones de influencia decisiva.
En nuestro país, los últimos tres presidentes fueron figuras que, en un principio, no parecían predestinadas a ostentar el poder. Uno de ellos fue Leonel Fernández, quien en 1996 compitió contra Peña Gómez, que ganó la primera vuelta con un 49%. En el caso de Danilo Medina, tras atravesar momentos amargos dentro del PLD, logró proclamarse presidente, aunque durante muchos años no fue considerado una opción real de poder, especialmente después de perder frente a Hipólito Mejía en el año 2000. Finalmente, Luis Abinader, quien construyó un proyecto político desde cero, fue subestimado en numerosas ocasiones e incluso objeto de burlas. Sin embargo, gracias a su perseverancia, arduo trabajo y capacidad de resiliencia, logró alcanzar la Presidencia de la República.
En el porvenir de los partidos políticos, especialmente en el PRM, donde milito, se comienzan a tejer diferentes proyectos presidenciales para el 2028, algunos que tienen muchos años aspirando, otros con aspiraciones ampliamente conocidas por el público, y otros más recientes, que, aunque a veces son subestimados, pudieran terminar como el cardenal Benítez en el Cónclave.
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