Con un excelente concierto, la Orquesta Sinfónica Nacional, bajo la batuta de José Antonio Molina, concluyó su temporada sinfónica del 2010, cuya programación equilibrada dio oportunidad al lucimiento de importantes solistas y directores invitados, a los cuales respondió con marcada eficiencia nuestra primera institución musical.
El saldo de la temporada ha sido, en general, positivo, salvo algunas críticas negativas e inconvenientes surgidos en el camino; pero estos señalamientos deben ser asimilados objetivamente y servir para plantearse en una visión clara hacia dónde debe dirigirse la Orquesta; saber, como diría Séneca, hacia cuál puerto se dirige, porque de lo contrario ningún viento le será favorable. José Antonio Molina como gran timonel, capaz y pragmático, unido al colectivo, deberá aprovechar los vientos propicios para que, navegando en aguas tranquilas, alcancen el estuario de la excelencia. Esta temporada ha sido una muestra de que sí se puede, y así lo deseamos.
El concierto ofrecido para este cierre dio oportunidad de escuchar obras de diversos compositores, cuyos temas contrastantes ofrecieron proporción y armonía. La Obertura Candide enérgica y burbujeante de Leonard Bernstein, nos infunde el optimismo del personaje satírico de Voltaire, excelente introito para una velada musical.
De la efervescencia pasamos en el Adagio para Cuerdas de Samuel Barber, a una melancolía que nos estremece hasta lo más profundo del alma. La versión para violoncellos de Milena Zivkovic hace más sentido y recóndido el motivo musical. Excelente interpretación del Cello Power, ensamble de cellos, de la Orquesta Sinfónica Nacional.
El concierto para piano y orquesta en Sol mayor, de Maurice Ravel cierra la primera parte. La notable pianista Julia Zilberquit asume el carácter impresionista de Ravel. Del primer movimiento Allegramente y sus pasajes con influencia jazzística, pasa al segundo movimiento Adagio assai, el más representativo del estilo impresionista, monólogo del piano cuya combinación de ritmos se convierte en deleite sonoro, y en el que se decanta la destreza de la solista. El tercer movimiento Presto de juguetona vivacidad, termina con luminoso optimismo. El público ovaciona de pie a la pianista y ella, complacida, retribuye con un encoré: Adagio, de un concierto de Oboe Bach, Marcello.
El concierto cierra con la Sinfonía en Si Menor-Patética- de Tchaikovsky. Con un motivo sombrío, de soledad, que muestra sentidamente el fagot Angeles Cruz da inicio esta célebre sinfonía a la que José Antonio Molina, siempre gestual y extrovertido, imprime su particular visión y temperamento.
La orquesta respondió afinadamente a los requerimientos del director.
Un feliz cierre de temporada, y un buen augurio para nuestra Sinfónica Nacional.
Zoom
Cierre
Sinfonía en Si Menor-Patética de Tchaikovsky
La pieza inicia con un motivo sombrío y de soledad.
El Andante es un consuelo tierno, dulce, cantado por los violines y cellos. En el Allegro vivace, resuenan las trompetas Víctor Mitrov, Ernesto Núñez, Raldy Ramírez- las trompetas triunfales tchikovskianas se colocan por encima de la sórdida batalla, luego entran los trombones Carlos Eduardo Torres, Apolinar Peralta y se oponen a las agitadas cuerdas. La orquesta vibra toda, luego la melodía se torna serena, dulce.
El Adagio lamentoso es un final poco usual imbuido de tristeza, pero lleno de esperanza.