Concurso León Jimenes  escribe nueva página en la historia

Concurso León Jimenes  escribe nueva página en la historia

Definitivamente, el Concurso Eduardo León Jimenes expresa la vitalidad del arte contemporáneo dominicano, y, hoy, con las obras seleccionadas y premiadas, propone una muestra representativa que nos llena de emoción, júbilo y esperanza. Hace varios meses, en el mismo Centro León, una exposición insuperable estuvo planteando: “¿Qué es el arte moderno para ti?” Ahora, parece que se le pregunta a los artistas: “¿Qué es el arte para ti?”. Mejor dicho, sus obras suscitan a la vez esa interrogación y una respuesta, y nosotros les seguimos…

La altísima calidad conjunta hubiera justificado un mayor número de premios – ¡personalmente, no apreciamos las menciones!–. Esta opinión no significa ni mucho menos un reparo… sino una convicción de excelencia compartida por la casi totalidad de los trabajos expuestos. Los requisitos del Concurso, en su versión “revolucionaria” del 2010, han probado su buen fundamento, y las pequeñas correcciones aportadas –el diálogo aquí fue esencial– le han permitido confirmar su solidez conceptual e imponerse como el gran certamen de la contemporaneidad dominicana. Cabe señalar que, pese a las voces agoreras, el medio artístico no se alteró ante las exigencias… todo lo contrario, se presentaron 22 expedientes más que en la edición anterior, y se admitieron 15 artistas.

Ahora bien, queremos saludar la competencia y clarividencia del jurado –María Elena Ditrén, Ivo Mesquita, María Inés Rodríguez–, superior al areópago precedente: no solamente se compenetró con el espíritu del Concurso, sino que  supo elegir más allá de cánones meramente visuales y sin alardes bizantinos. Realmente, en la mayoría de los casos favoreció a valores emergentes y nuevos, precoces aun, pero cuyas obras, experiencia y reflexiones, denotan una sorprendente madurez temprana.

Otra virtud es que, obviamente, estos jueces y curadores supieron acompañar a “sus” artistas a lo largo del proceso, del proyecto hasta la realización, siendo ese apoyo un elemento esencial de las bases actuales, y que, lejos de desvirtuarlos, les sumaron fortaleza y respetaron su personalidad. Lo hemos percibido, conociendo a varios de los participantes y sus obras anteriores, y esto además se siente… La coherencia, –intelectual y conceptual, cuando no estética también–, la profundidad, son comunes denominadores en esta versión del concurso. La vida y el arte se conjugan; de ninguna manera, y en propuesta alguna, hay arte por el arte.

Inteligentemente y para dar un realce total a las obras, Pedro José Vega se limitó a una museografía simple, depurada y eficaz, que invita a la lectura perfectamente individualizada de cada pieza. Debemos señalar que cada artista sobrepasa –y a veces por mucho–  la simple formulación y definición de una sola categoría.  Así la pintura –minoría importante y relevante–, incuestionable en su calidad factural, en el  canto, el color y el dibujo subyacente, sin embargo sobrepasa los límites habituales y se enriquece de connotaciones plurales, llegando a integrar en sus mensajes, sociología, historia, antropología y ecología. 

Como categoría, la “performance” (el masculino  no está correcto), siendo el cuerpo materia fundamental de la creación artística,  tiene una presencia considerable, que no solo corresponde a una subjetividad del jurado, sino que demuestra la pertinencia de su elección. Ahora bien, el público –lo que no sucedía antes– tiene la oportunidad de ver la obra, integralmente, a través de un video testimonial y documental– que no es video arte–.

La fotografía, como creación y lenguaje autónomo mantiene su vigencia, así mismo las imágenes en movimiento, entre video, documento y ensayo. Increíblemente, la instalación está ausente, pero no hace falta… En cuanto a las categorías tradicionales como escultura, dibujo –intrínseco–, grabado, tampoco las encontramos. Sin embargo, la visita a la exposición resulta apasionante, siendo a menudo la pantalla herramienta imprescindible que traduce, transmite, interpreta.

El recorrido y el tiempo habituales dedicados a una exposición, no bastan. Por el carácter necesariamente interactivo de cada obra, aun en las pinturas, debemos mirar y detenernos, pensar y mirar otra vez, descartando fronteras genéricas. Hablaríamos de “estaciones” –sin la índole de via crucis, evidentemente–, que obligan a prolongar la contemplación, a veces a escuchar, para apreciar y disfrutar cada propuesta. De no hacerlo, el visitante probablemente no se compenetre con muchas de las  obras. Más aún, en una de las “performances”, tan compleja que todavía está en procesamiento, podríamos permanecer durante horas para meditar y leer cientos de fichas, entre memorias y sicoanálisis…

El XXIV Concurso de Arte Eduardo León Jimenes reposiciona el arte contemporáneo dominicano –¡qué felicidad!– y lo presenta como una expresión totalizante del talento artístico y el proceso creador, de la introspección, la experiencia individual y la preocupación social. En pocas palabras, tiene vertiente de enseñanza. No obstante, no pretende imponerse como único modelo  en el arte actual. Lo valoramos una opción, excelentemente lograda, que corresponde a nuestra época, ¡sin relación con los extremos de la contemporaneidad que se suelen considerar apresuradamente y rechazar! Hemos querido dar prioridad a lo que sentimos globalmente ante esa gran manifestación de arte y mecenazgo.

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Se ha dicho:

María Amalia León de Jorge:

“Cuando las luces se apaguen y ya nos despidamos, dejaremos las puertas abiertas para que sean estas obras que continúen escribiendo parte importante de la épica de nuestras artes.”

Rafael Emilio Yunén:

“En fin, la respuesta a una actualidad artística, que en todo el mundo se caracteriza por lo procesual, pone un acento muy marcado en los conceptos y apuesta por la hibridez de códigos.”

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