Condenemos la injuria

Condenemos la injuria

Nos hemos convertido en estos últimos diez años en una sociedad frustrada, una sociedad que convierte su salud en una constante preocupación y por tanto somos una sociedad enferma, sociedad atada a la política, termina desaguando compulsivamente en crear su propio fin. Por eso  los demonios de la locura incuban sus propios monstruos. De seguir así, concluiremos propiciando una plaga mayor, que la verdadera enfermedad física. Por eso, la injuria es el pan de cada día en nuestros medios de comunicación y como decía el gran Horacio: la injuria es nauseabunda. Y Jacinto Benavente,  que era la venganza de los cobardes.  

Los hombres valemos por lo que somos y por la verdad de la palabra que sustentamos, valemos, por tanto, a pesar de las circunstancias que nos invadan, por suerte, las palabras infames se llevan de encuentro a los que las pronuncian y  les cobran en efectivo con los inconvenientes que ellas producen a las personas perjudicadas. La imputación falsa de un delito persigue a su autor y lo deshonra, le quita crédito y el menosprecio de sus semejantes.

Por lo más arriba señalado, pensamos que los fiscales y los jueces deberían ser implacables con los que injurian, que son verdaderos  deslenguados, máquinas  de fabricar infamias, sobretodo contra los políticos honestos y nunca debemos patentar la impunidad, por que quien injuria no es hombre ni mujer, es una víbora peligrosa que debe ser perseguida con igual rigor que otros delitos.

Ahora, que ya la campaña política se ha iniciado, a destiempo, fiscales, jueces y sociedad civil deben estar vigilantes contra esos individuos que sólo es lodo lo que escriben o vomitan por sus bocas, porque tolerar la calumnia es proteger al inmoral, y el honor de todas las personas es un patrimonio de la sociedad y renuncian a su protección no es de hombres y mujeres verdaderamente libres.

Es deber de todos nosotros adecentar las intervenciones en todas sus diversas manifestaciones de la vida. La verdad debe ser invencible y debe resistir los embates, porque da fuerzas para combatir al enemigo.

Demos un ejemplo protegiendo el país de los infames.

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