Conducción por carriles

Conducción por carriles

Los  conductores que lean este escrito dirán ¡eso es verdad! desde que les cuente de la siguiente observación que salta a la vista en calles y carreteras. Somos propensos a manejar todo tipo de automotor utilizando dos carriles. Con algunos choferes de limitado coeficiente mental suele tropezarse uno, que no entran a un carril bajo ninguna forma de presión. Pues bien, en días recientes tuve ocasión de caminar por los alrededores del estadio Juan Marichal, es decir, el viejo Quisqueya, y creo conocer la causa de tan mal hábito. ¡Las escuelas de choferes!

El que enseña debe dominar la temática de cuanto procura que el discente aprenda. Cuando se desconoce el meollo de aquello ofrecido como saber, escaso será el conocimiento que se transmite. Y en saber en el cual el contenido práctico supera a la teoría, malos o deficientes procedimientos son los que se transmiten. De ahí la errática forma de conducir que distingue a la mayor parte de los dominicanos.

Me quejo por la incompetencia para mantener un vehículo en los linderos de un carril. Las molestias que derivan de encontrar un conductor incapaz de mantener el vehículo dentro de unas líneas, blancas o amarillas, son incontables. No obstante lo dicho, son muchas más las expresiones de incompetencia choferil exhibidas por quienes salimos a la calle. Peligrosa, por ejemplo, es la de tomar curvas en la derecha de quien se aproxima en sentido contrario. Esta ha sido fatal en algunos casos.

La última, como muchas otras, deriva de aquella que es causa de mi inquietud. Circundar el estadio permite adentrarse en el corazón capitolino de estas faltas. Basta conducir por la avenida Tiradentes para encontrar el uso impertinente y obstructor de los carriles. Si intenta adelantarse por un lado, invariablemente el conductor bisoño se moverá en igual sentido. Es comprensible la falta, pues una destreza en agraz despierta más al instinto de conservación que al intelecto. En ese momento debe actuar el facilitador. Y actúa. ¡Cómo no va a actuar! Lo hace, sin embargo, para que afloren mañas de baja estofa. Convendría que alguna autoridad pública se interese en averiguar qué nivel de destrezas como conductores tienen los guías de esas escuelas de choferes. Una evaluación individual arrojaría reveladores detalles. No es indispensable que este examen se haga. Basta que se observe cómo enseñan esos enseñantes, siguiéndoles la pista en los lugares escogidos para entrenar a quienes optarán por recibir licencias de conductores. En las erráticas formas de enseñanza choferil encontraremos sin grandes esfuerzos a qué debemos buena parte del caos en el tráfico vehicular de la República.

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