Conductas inadaptadas:
conócelas y evítalas

Conductas inadaptadas: <BR>conócelas y evítalas

El ser humano actual no encuentra el modo de aliviar esas sensaciones ante el estrés, y eso degenera en la cronicidad de la situación de alarma del organismo. De ahí que, en muchas ocasiones, circunstancias de tensión continuadas degeneren en conductas inadaptadas. José Ramón Peciña indica que hay que ser capaces de afrontar y gestionar estas situaciones.

“Si no es así, existen posibilidades de que el individuo afectado decida resolver sus problemas con, por ejemplo, un consumo excesivo de alcohol o de estupefacientes”. Otras reacciones al estrés, como el abuso del tabaco o la sobrealimentación, pueden contribuir de forma secundaria en la aparición de ciertos casos de cáncer.

Al respecto, Peciña explica que “el ser humano necesita cierta ansiedad para vivir. Es importante entender que el estrés es un proceso transaccional entre el medio ambiente y las experiencias del individuo sobre dicho entorno. Éste responde según cómo valore la situación. Así, puede entender esta última como un proceso físico, cognitivo o emocional”. Por todo ello, puede suceder que el organismo responda de forma física: los latidos del corazón se aceleran y la presión sanguínea se eleva. De hecho, ésta puede mantenerse elevada durante largos periodos de tiempo, incidiendo así negativamente en el sistema cardiovascular y en el circulatorio, llegando incluso a provocar taquicardias.

En este sentido, según apunta la Guía editada por la UE sobre la incidencia de patologías laborales en Europa, el estrés aparece en enfermedades cardiovasculares, por ejemplo, ataques al corazón, en alrededor del 20% de los trabajadores. Tampoco hay que pasar por alto que la circulación de la sangre se concentra en áreas consideradas de necesidad inmediata para una rápida reacción física, como en los músculos o en el hígado, con lo que se provocan trastornos, por ejemplo, en el aparato digestivo. En este sentido, destaca el denominado síndrome del colon irritable.

Además, en estas situaciones de estrés crónico se producen desórdenes al no poder responder a las alarmas. Así, la glucosa que se libera a la sangre para facilitar un mayor consumo energético corporal no se consume de inmediato, y por ello, pasa a almacenarse en el tejido graso, hecho que provoca o facilita la obesidad. Asímismo, los ácidos grasos que libera el hígado tienden a depositarse en las arterias si no se le da salida, con lo que contribuye a la formación de la arteriosclerosis. Por último, las glándulas adrenales, encargadas de producir hasta 150 hormonas, se agotan y diversos órganos y sistemas se ven afectados. Junto a lo ya mencionado, del estrés crónico devienen otra serie de problemas físicos. El insomnio, agotamiento físico y mental, dolor en los músculos del cuello y de la espalda, o ausencia de apetito son algunos. Además, aparecen síntomas psicológicos. “No existe una base orgánica para que el cuerpo sufra estas patologías, pero es una respuesta que se presenta a menudo”, certifica José Ramón Peciña. Así, se puede detectar irritabilidad o pesimismo, entre otros estados de ánimo. También se pueden dar otras situaciones de carácter psicosomático.

De hecho, los expertos médicos explican que la ansiedad, entendida como una consecuencia del estrés, tiene un tope. “En ocasiones se produce un ‘feed back’ continuo. El individuo piensa en la situación de alarma y, sólo con eso, le duele la cabeza, padece sudor frío, se angustia… Todo se magnifica”. Al respecto, también están documentadas jaquecas, dolores de cara, asma, úlceras pépticas, hipertensión y estrés premenstrual. Asimismo, el estrés emocional puede incidir sobre trastornos en la piel, picores, cosquilleos, sarpullidos y granos.

La ansiedad y sus comportamientos relacionados forman parte de las reacciones al estrés.  Existen ciertos roles que son más susceptibles de sufrir con mayor rigor las consecuencias de la respuesta al estrés. Además, algunas sociedades soportan mayor riesgo por su nivel de exigencia o su climatología. En este sentido, Cristina López, decana del Colegio Oficial de Psicólogos de Las Palmas, explica que países como Alemania o Japón registran “un índice muy grande de desórdenes mentales y tasas más altas de suicidios”.

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