“Si no está en tus manos cambiar una situación que te produce dolor,
siempre podrás escoger la actitud con la que afrontes ese sufrimiento”.
Viktor Frankl
Todos tenemos la necesidad de realizarnos, de ser felices, de lograr algo importante en nuestra existencia, vivir plenamente, y en algunos casos trascender por vía de un propósito. Un propósito es una fuerza interna que da sentido a nuestra existencia, iluminando todo lo que hacemos. Es la energía que nos hace agradecer el amanecer, reconociendo el regalo que nos brinda el nuevo día.
El novelista de la Rusia zarista del siglo XIX Fiódor Dostoyevski, uno de los principales escritores de la literatura universal dijo que “el secreto de la existencia humana no sólo está en vivir, sino también en saber para qué se vive. El día que reconocemos eso nuestra vida resurge, experimentamos un segundo nacimiento.
El enorme potencial de energía presente en los tiempos de cambio, como los que vivimos, nos ponen en contacto con nuestras verdades más profundas. Ante un evento que las enfrenta con la vida y la muerte, muchas personas conectan con lo que auténticamente desean y toman el valor para ir tras sus deseos. Por razones un tanto distintas, lo mismo ocurre en los momentos de calma, como los que proporcionan los retiros.
El destacado filósofo humanista de origen judío alemán Erich Fromm creía que «el propósito principal en la vida del hombre, es dar nacimiento a sí mismo”. Según el afamado psicoanalista todos estamos llamados a “convertirnos en lo que potencialmente somos”. Desde ese punto de vista, ¿no es acaso este tiempo un maravilloso obsequio?
Me fascina ver como tanta gente, en medio de la pandemia, ha tenido el valor de desarrollar emprendimientos. “Me he dado cuenta que amo trabajar desde casa”, “he visto que soy más feliz ahora”, “he podido ver que había abandonado lo que disfruto” o “de verdad soy muy bueno haciendo lo que hago y no lo estaba valorando”, son algunas de las frases que la gente me escribe en las redes.
El propósito de nuestra vida tiene que ver con los dones y talentos únicos con los que hemos sido dotados. El fenomenal poeta, novelista y dramaturgo alemán Johann von Goethe decía que “una vida sin propósito se percibe casi como una muerte prematura”. En el momento en que encontramos nuestro para qué, ¡la vida nos proporciona el cómo y el cuándo!
Parte de los efectos de la sociedad posmoderna es que mucha gente, que ya tiene claro para qué es buena, hace cosas muy diferentes sólo para ganar dinero y poder consumir más. El tiempo de aislamiento social nos ha dejado desnudo de disfraces, permitiendo que mucha gente vea con claridad la verdad de su propia vida.
La diferencia entre trabajar por dinero y brindar nuestro talento, es la satisfacción, vitalidad y alegría que nos aporta poner el corazón en lo que hacemos. Tal vez eres de los que dice: ¡Ajá! ¿y con eso voy al supermercado? La respuesta es: cuando haces lo que auténticamente amas y enfocas tu atención en lo mucho que lo disfrutas, ¡atraerás la prosperidad!
La prosperidad incluye el dinero, pero es mucho más que solo liquidez. Es plenitud, creatividad, autorespeto, autoestima, expansión, salud, bienestar y buenas relaciones. El escritor italiano Gabriele d’Annunzio dijo: “Renunciar a mi pasión es como desgarrar con mis uñas una parte viva de mi corazón”.
Cuando trabajamos por dinero, el intercambio cesa al recibir la paga. Es como si el movimiento muriera. La energía se extingue. Con cada tarea, necesitamos empezar de nuevo desde cero. Llegado un tiempo, estamos física, mental y emocionalmente muy cansados. Este es el origen del “estar quemado” o burnout, un síndrome descrito en 1974 por el psiquiatra Herbert Freudenberger, que describe lo que le ocurre a la gente que ha perdido interés en el trabajo. En muchas ocasiones, estas personas terminan enfermas.
Hacer lo que uno ama en la vida es sinónimo de vivir en abundancia, bienestar y libertad. La desconexión de aquello que aviva e impulsa al alma es una impresionante causa de vacío, angustia, desconexión y dolor. Ese “no saber” nos lleva por la vida siendo -y haciendo- cosas que nos angustian y nos hunden en la infelicidad. Tener un propósito claro nos brinda fortaleza psicológica, un ingrediente decisivo para el bienestar de la psique.
El filósofo austríaco, Victor Frankl, luego de ser liberado de un campo de concentración nazi escribió el célebre libro El hombre en busca de sentido. El nazismo le arrebató de manera violenta a su padre, madre, hermano y esposa, además de troncar su vida como neurólogo y psiquiatra. Sin embargo, el fundador de la logoterapia y el análisis existencial escogió no entregar el poder a las adversidades, sino utilizar las circunstancias para reafirmar su propósito de ser un buen ser humano.
Lo que hacemos con amor nos dignifica. Cuando servimos con amor, el intercambio se expande. Nuestra energía vital crece con cada tarea, y el talento, la retribución, el agradecimiento, la pasión y el entusiasmo se expanden. El contacto con nuestro “para qué” es un potente combustible que nos impulsa a avanzar.
¿Te interesa reconocer tu propósito? Una manera efectiva para desentrañar la finalidad es realizando un sencillo ejercicio de visualización: escribe que está pasando en tu existencia dentro de 5 años. ¿A qué te dedicas?, ¿Dónde vives?,¿Quiénes te acompañan?, ¿Qué haces en tu día a día?, ¿Cuál es tu estilo de vida?, ¿Cómo te ves a ti mismo? Hacerte estas preguntas te ayudará a esclarecer lo que de verdad alegra a tu alma.
Otra práctica que recomiendo es seleccionar 6 palabras que recojan el sentido del legado que deseas dejar al mundo. Para escogerlas ayuda mucho hacerte la pregunta: ¿Qué deseo que la gente recuerde de mí? Piensa de qué modo te gustaría que le hablaran de ti a tus nietos y bisnietos. Estas palabras funcionan como un faro, guiando las acciones hacia tu propósito vital. Te recordarán hacia dónde tu alma busca llegar, y te brindarán la motivación que se requiere para realizar lo que se necesita para lograr la misión.
Una vez que hemos sintonizado el propósito, los recursos se ponen en movimiento para que todo lo que necesitemos nos llegue fácil, rápida y gozosamente. Pero, ¡ojo! El camino del propósito no tiene retroceso ¿Te arriesgas?