Conferencia del Episcopado lleva 40 años denunciando corrupción

Conferencia del Episcopado lleva 40 años denunciando corrupción

La Conferencia del Episcopado Dominicano (CED) lleva 40 años mostrando su preocupación por los altos índices de corrupción que arropan a la sociedad dominicana en los ámbitos público y privado, segúnconsta en un documento que recoge los mensajes que sobre el tema emitieron los obispos en diciembre de 1975 y febrero de los años 1995 y 2015. Las cartas pastorales fueron enviadas con motivo del Día Internacional Contra la Corrupción, que se conmemora hoy.

“Es lamentable tener que confesar que, entre nosotros, la corrupción va llegando a adquirir niveles indecibles. Casi todo lo invade y lo que es peor va obteniendo carta de impunidad y de descaro público. No es algo que se trama a la sombra, se consigue ocultamente y se disfruta con disimulo al revés, se trama a gritos, se consigue a la luz pública y se disfruta con ostentación y provocación, sobre todo de los que nada o muy poco tienen, o puede tener, en este país, tierra de todos”, decían los obispos en 1975.

Y agregaban: “En la administración pública la corrupción es más execrable, ya que el empleado del Estado es un servidor del pueblo y administrador de bienes comunes, cuya obligación primordial es servir administrando o administrar sirviendo. Él está ahí en nombre de los propietarios –los ciudadanos todos de la nación- no para apropiárselos, ni para malversarlos, ni para dilapidarlos o arriesgarlos, ni para beneficiar políticas partidistas, sino para defenderlos, custodiarlos y distribuirlos conforme a sus fines para el bien común, con honestidad e integridad”.

Demoledoras, estas palabras tienen gran vigencia. Lo mismo sucede con las que fueron pronunciadas en el año 1995, cuando resaltaban que la corrupción se ha había convertido en parte del estilo de vida de los dominicanos. “No hay entrevistador, que se nos acerque, que no nos pregunte sobre este tema. Corruptos individualmente los va haber siempre, dada la flaqueza y avaricia humanas. Lo inquietante, lo desgarrador es cuando la corrupción se torna “cultura”, modo común de un pueblo, estilo de vida, de enfrentar la existencia, de resolver problemas fundamentales. Es nuestro caso”.

Ejercer la corrupción, destacaban, era negar a Dios. “La honestidad e integridad es una exigencia de la mera ética natural. Y para los católicos es además una urgencia ineludible de su fe viva. No se puede ser hijo de Dios y hermano de los que nos rodean con un corazón corrupto. Decir que amamos a Dios y al prójimo y practicar la corrupción es algo contradictorio, es negar claramente con las obras y la vida aquello que proclamamos fácilmente con palabras mentirosas”.

“El mejor remedio para la corrupción es la conversión, sincera y profunda, a Dios. Pero, dado que este remedio es interno y personal y que, por otro lado, el mal de la corrupción se ha enquistado ya en el alma nacional, es inaplazable ya una legislación severísima sobre la corrupción en todas sus modificaciones y un castigo riguroso y ejemplar a cuantos mancillen o pisoteen esa ley”, dijeron.

Lo que dijeron en 2015. En su mensaje con motivo de la Independencia Nacional, la Conferencia del Episcopado señalaba este año que siempre les ha preocupado el fenómeno de la “mentalidad de corrupción” en el campo de la administración, tanto pública como privada. También cuestionaban las altas sumas que se gastan en las campañas electorales y que muchos empresarios inviertan en ellas para luego conseguir ventajas.

“La mayoría de nuestros políticos invierten sumas millonarias en las campañas electorales con el fin de alcanzar puestos públicos donde se manejen fondos del Estado para luego multiplicar su inversión económica. Por su parte, las grandes empresas y negocios apoyan las campañas de los partidos y candidatos que tienen posibilidades de subir a los puestos públicos. Lo hacen con el propósito de que estos a su vez les concedan privilegios tributarios y les favorezcan con la elaboración de leyes que resulten ventajosas para sus empresas y negocios. Así la política es vista más como un negocio que como un servicio al bien común. En este juego sucio de intereses políticos, los únicos perjudicados son los ciudadanos de la clase media y baja que son la mayoría de la población. Con esta mentalidad política, nuestro país, que es riquísimo en recursos naturales, es al mismo tiempo muy pobre en justicia y equidad, con terribles desigualdades sociales y económicas entre los sectores que controlan el poder y la riqueza y los sectores que componen el resto de la población”.

Producto de ello, indicaron, el Estado se ha convertido en fuente de inequidad. “Más que institucionalización para el bien común, el Estado se convierte entonces en fuente de inequidad a través de la corrupción, que se utiliza no solo para el enriquecimiento personal, sino como una plataforma de financiamiento de la actividad política. De no castigarse ejemplarmente los casos de corrupción en el Estado, no se podrá esperar de la mayoría de la población un uso honesto de los bienes públicos ni una actitud de colaboración en beneficio de la convivencia ciudadana”.

Por otro lado, cuestionaron la impunidad. “Se hacen grandes esfuerzos por adecentar el aspecto institucional del poder judicial. Pero todavía hay mucha impunidad cuando se tratan casos en los que están envueltos políticos, militares, narcotraficantes y gente de dinero. Lo mismo cuando se trata de atracadores, rateros y ladrones, que en su mayoría actúan en contubernio con autoridades policiales o con políticos. Al aumento de la sensación de inseguridad colaboran los casos escandalosos de fraudes públicos y privados que quedan impunes en la justicia”, sostuvieron.

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Mensaje del papa

La Conferencia del Episcopado recuerda también las palabras del papa Francisco, quien llama a la conversión a las personas promotoras o cómplices de corrupción. “Esta llaga putrefacta de la sociedad es un grave pecado que grita hacia el cielo pues mina desde sus fundamentos la vida personal y social. La corrupción impide mirar el futuro con esperanza porque con su prepotencia y avidez destruye los proyectos de los débiles y oprime a los más pobres. Es un mal que se anida en gestos cotidianos para expandirse luego en escándalos públicos. La corrupción es una obstinación en el pecado, que pretende sustituir a Dios con la ilusión del dinero como forma de poder. Es una obra de las tinieblas, sostenida por la sospecha y la intriga”.

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