Confianza, crianza y una base segura

Confianza, crianza y una base segura

Está lejos de ser sutil la forma en que desde la infancia transmitimos nuestra cultura a los niños. Desde el nacimiento inculcamos actitudes y valores acerca de la naturaleza del cuerpo, la aceptabilidad de la auto-estimulación, el grado de cercanía física o de dependencia permisible y lo bueno y lo malo de la conducta y de la esencia básica del ser humano. Los comunicamos con prácticas de crianzas particulares que tienen muy diversos efectos en el desarrollo de la personalidad.

Desde la primera fase del desarrollo psicosocial, el niño aprende si puede depender de la gente que lo rodea o y si su medio es constante y predecible. Por ejemplo, la conducta nutricional de la madre transfiere la confianza al niño; mediante las reacciones a las conductas de alimentación, destete y búsqueda de bienestar, las madres y demás encargados transmiten sus valores y actitudes hacia el cuerpo del bebé, la auto-estimulación y lo que consideran el nivel aceptable de cercanía y dependencia. El niño aprende de tales reacciones si es considerado bueno o malo, si debe sentirse preocupado o culpable o bien confortable y seguro. Aprende mucho más que si debe chuparse el dedo o cargar una cobija.

Los profesionales del tema del establecimiento de la confianza no se concentran en el método de alimentación, sino mas bien en cómo encajan la alimentación en el conjunto de los cuidados infantiles. La hora de comer es de especial cercanía entre el hijo y la madre, pues expresa la sensibilidad y la capacidad de respuesta de ella.

Todas las pautas de crianza colaboran en la construcción de la confianza y la seguridad, o en su falta. Muchas investigaciones se han  dedicado al acto de chuparse el dedo y otros ardides reconfortantes, pero son muy pocas las conclusiones a que han llegado, porque para la mayoría, succionar parece ser una necesidad.

Hoy, sin embargo, se les da a los niños las paletas, en la inteligencia de que pueden dejarlos con más facilidades que el dedo, si bien casi todos abandonan la costumbre; hacia el final de los años escolares, en general los que se mantienen como ávidos succionadores de dedo o chupón tienen otras necesidades aun no satisfechas.

Los niños se sirven de otras estrategias de bienestar y conductas reconfortantes. Cobija, juguetes y otros objetos favoritos así como torcer y frotarse el cabello o la piel proporciona sensaciones familiares.

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