Confianza en el futuro: por qué EU ve una perspectiva consoladora

Confianza en el futuro: por qué EU ve una perspectiva consoladora

NUEVA YORK.- En los tributos a Ronald Reagan la semana pasada, persistió una pregunta: ¿Por qué fue venerado no sólo por quienes tuvieron buenos resultados en su Estados Unidos, sino por muchos que no?

Una respuesta, sin duda, radica en la convicción que penetra a la historia de Estados Unidos. Es la confianza de que todos estamos a punto de unirnos a la clase favorecida.

En un libro de 2003, «Something For Nothing: Luck in America» (Algo por Nada: Suerte en Estados Unidos), el historiador cultural Jackson Lears escribió que dos arquetipos han definido la sensación de destino de Estados Unidos. Uno es el hombre (rara vez la mujer) que sale adelante por sí mismo, quien cree que enriquecerá a través de su propio trabajo duro. El otro es el apostador, quien cree que con la siguiente ronda de cartas la providencia le dará la Gran Oportunidad.

El primero, por supuesto, proporciona uno de los guiones oficiales de Estados Unidos, las historias que los estadounidenses cuentan de sí mismos. En un sondeo global realizado por el Centro de Investigación Pew en 2002, 65 por ciento de los estadounidenses dijo que su éxito dependía de fuerzas bajo su control, más del dobl del porcentaje en países del Viejo Mundo como Italia y Alemania, y el triple que en India, Turquía o Pakistán.

Pero una marca del optimismo de Reagan fue que aprovechó el idealismo de ambos tipos. Aunque a menudo pensamos en el trabajador esforzado como alguien racional y en el apostador como alguien engañado, ambos involucran un salto de fe característicamente estadounidense.

«Los estadounidenses siempre han tenido una creencia más fuerte en la capacidad del individuo de lo que la realidad apoyaría», dijo Alan Brinkley, profesor de historia de la Universidad de Columbia. «La clave es la idea de la movilidad social, la visión de Horatio Alger. Hay suficiente verdad en esa idea para que sobreviva, pero nunca tanta movilidad social como el mito sugiere».

El optimismo de Reagan era en sí mismo una paradoja, un mensaje nítidamente tomado prestado del liberalismo, dijo Steven F. Hayward, miembro del Instituto de la Empresa Estadounidense y autor de «The Age of Reagan: The Fall of the Old Liberal Order 1964-1980» (La Era de Reagan: La Caída del Antiguo Orden Liberal 1964-1980).

«Dijo: ‘El gobierno grande es algo malo, deshagámosnos de él»‘, dijo Hayward. «Pero también dijo: ‘Este país es grandioso; podemos arreglarlo»‘. Muchos conservadores sólo toman la primera parte, dijo, pero pasan por alto el optimismo de la segunda. «Pudiera ser sólo un ex demócrata liberal quien lo entendiera», dijo Hayward, porque «el liberalismo siempre es un credo optimista».

La confianza en que los pobres son personas ricas cuyo momento no ha llegado aún alberga una contradicción estadounidense fundamental, dijo Bruce J. Schulman, profesor de historia y estudios estadounidenses de la Universidad de Boston.

«Ese optimismo está relacionado con los dos valores extrañamente contradictorios pero, en Estados Unidos, de algún modo complementarios de libertad e igualdad», dijo Schulman. «Como pensadores críticos, podemos ver cómo la libertad y la igualdad en ocasiones son valores en conflicto. Pero en Estados Unidos de algún modo equilibramos la sensación de qur todos somos lo mismo, con el potencial de hacerlo en grande, y la sensación de que tener libertades, de no formar parte de jerarquías fijas que lo mantengan a uno en cierto lugar, ya sea éste una clase, el estado o la iglesia».

Este optimismo no es sacudido fácilmente. En el 2002, poco después de que las firmas punto-com se desplomaron y de los ataques terroristas del septiembre anterior, 81 por ciento de los estudiantes universitarios estadounidenses dijeron que serían más ricos que sus padres, y 59 por ciento dijeron que se volverían millonarios, según un sondeo realizado por Ernst & Young.

En cierto grado, el optimismo estadounidense es un accidente de la oportunidad. La nación surgió al mismo tiempo que la Ilustración, señaló Kevin Starr, profesor de historia de la Universidad del Sur de California. Nuestra historia, dijo, existe como «un diálogo entre la confianza de la Ilustración en el progreso y la herencia puritana, o legado anglo-protestante, de que hay maldad en el mundo y la gente cae de la gracia».

En ambas variedades, este optimismo tomó forma en la expansión hacia el oeste de la nación, dijo Stanley Fish, decano saliente del Colegio de Artes y Ciencias Liberales de la Universidad de Illinois en Chicago.

«Se erige sobre la premisa del progreso, de que el siguiente horizonte se abrirá sobre el valle o la tierra de pastoreo perfectos», dijo Fish. Mientras los europeos buscaban proteger sus fronteras, los estadounidenses veían su destino en la expansión sin límites.

«Si uno de las películas del Oeste», dijo, «se conoce el poder de ese momento mítico cuando la cámara se abre sobre ese paisaje que la audiencia siente que está descubriendo por primera vez».

Si el paraíso no está al otro lado de la siguiente colina, añadió, entonces está al otro lado de la siguiente.

Este optimismo también pertenece a la población de inmigrantes de la nación, que son consumidores y productores del mito.

Estados Unidos es «adicto a una sensación de nuevos comienzos», dijo Gregory Rodríguez, miembro de la Fundación Nuevo Estados Unidos, un instituto político en Washington.

«No somos realmente una cultura madura, y los recién llegados son una parte integral de este proceso de transformación», dijo. «Alguien puede decirnos que es de mañana en Estados Unidos, y parecemos necesitar que eso avance. El estancamiento es lo peor que puede suceder».

Para los inmigrantes, especialmente aquellos en los peldaños más bajos de la escala económica, el optimismo funciona como un consuelo para lo que han tenido que dejar atrás. «Aun si el sueño no se cumple, el optimismo es eso que parece hacer que valga la pena», dijo Rodríguez. «Es un sine qua non para la supervivencia».

La religión estadounidense ha avivado esta sensación de providencia, dijo Martin E. Marty, profesor emérito de la Escuela de la Divinidad de la Universidad de Chicago.

«Jonathan Edwards era un optimista cósmico, que declaró que la gloria de Dios en nuestros días empezará en el oeste, no en el este», dijo Marty, refiriéndose al teólogo del siglo XVIII.

El movimiento Discípulos de Cristo, del cual estaba impregnado Reagan, surgió en el siglo XIX como un movimiento particularmente optimista que buscaba derribar las distinciones de denominación para crear una fe más pura, dijo Marty. El progreso del país fue tomado como un signo del destino manifiesto divino.

A principios del siglo XX, protestantes evangélicos como Dwight Moody, reaccionando al modernismo y el deterioro urbano, lanzaron este mensaje, predicando la salvación para los individuos mientras declaraban a la sociedad en los tiempos del fin bíblicos.

Pero incluso esta escatología «pre-milenaria», que es rara en Europa pero ahora está fuerte en Estados Unidos, estuvo marcada por la exuberancia, dijo Marty. «Era la idea de que Estados Unidos está en declive, pero no se preocupen por ustedes porque serán salvados, o transportados. Se puede seguir el rastro de esa exuberancia hasta Moody, un vendedor de zapatos». Pero si este optimismo alimentó la iniciativa en la frontera, simplemente puede ser escapista en una cultura de consumo moderna, dijo Mark Crispin Miller, profesor de estudios de medios de la Universidad de Nueva York.

«Hay una diferencia importante entre el optimismo vigoroso que está dispuesto a correr riesgos tremendos por el bien de una sociedad justa y libre y las meras fantasías de la conquista interminable y la victoria continua», dijo Miller.

La yuxtaposición de la provindencia individual y la declinación colectiva ha dado pie a las características formas culturales de Estados Unidos, desde el blues hasta el Oeste. Une al vendedor ambulante del Viejo Oeste con el empresario de Internet, al ejecutivo de publicidad con el infatigable fanático deportivo.

Como dijo Fish, con profundidad: «Todos somos fanáticos de los Cachorros».

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