En el lenguaje vernáculo abundan las frases que por su contenido sirven como evidencia cultural fidedigna del modo de pensar de mucha gente. Quién no ha escuchado la expresión de que seguro es un peso en el bolsillo si no está roto el bolsillo, o esta otra: En la confianza es donde está el peligro; o el de Te conozco bacalao aunque vengas disfrazado.
Don Emilio Rodríguez Demorizi en su Refranero Dominicano nos relata que Gonzalo Fernández de Oviedo en Las Quinquagenas de la Nobleza de España escrita en 1556 soltó este dístico: No confíes del abbad/ qués amigo de ballesta. Como se advierte arriba, la desconfianza lleva siglos sembrada en la consciencia dominicana y ello se debe fundamentalmente al simple hecho de que hemos sido víctimas del engaño en innumerables ocasiones. Lo que sí constituye un caso raro es ver a jefes de Estado y personalidades poderosas del mundo desarrollado mintiendo y defraudando a sus pueblos. Ese mal hábito de decir mentiras a niveles estatales ha acarreado una serie de malestares con resultados cada día más catastróficos para el normal desenvolvimiento financiero y político de los grandes centros de poder, tanto de los Estados Unidos como de Europa, Asia y otros continentes.
La aguda y profunda crisis que hoy sacude al sistema bancario norteamericano y que ya se extiende a otros centros financieros que de una forma u otra están conectados con la economía estadounidense, ha obligado a una reunión de emergencia del llamado Grupo G7 que comprende a los siete países más desarrollados del globo: Estados Unidos, Alemania, Japón, Francia, Inglaterra, Italia y Canadá.
Estas naciones plantearon una serie de puntos para enfrentar la que al decir de algunos es la peor de las catástrofes del sistema económico en los últimos setenta y cinco años. Un punto central de los objetivos urgentes a conseguir es el de: Asegurar que nuestros respectivos seguros nacionales de depósitos y programas de garantía son robustos y consistentes de forma que nuestros depositantes minoristas continúen teniendo confianza en la seguridad de sus depósitos.
Tanto mentir y engañar con las guerras, o mirando terroristas hasta en la sopa ha provocado una paranoia extrema, así como una alta dosis de desconfianza, oportunamente resucitando al ex presidente Abraham Lincoln y sacándolo de su tumba rejuvenecido para mostrar aquella inmortal expresión lapidaria que dice: Se puede engañar a todos poco tiempo, se puede engañar a algunos todo el tiempo, pero no se puede engañar a todos todo el tiempo. Juan Bosch simplificaría ese pensamiento diciendo: Me engaña una vez, vivo es, me engaña dos, tonto yo. Aquellos polvos nos han traído estos lodos.
El engaño a través de la mentira ha sembrado la desconfianza y la inseguridad Las encuestas sobre la intención del voto en las elecciones presidenciales norteamericanas de noviembre 2008 empiezan a evidenciar los efectos políticos de la tormenta financiera. Es que confianza y seguridad son integrantes permanentes de la ecuación cuya resultante final es la estabilidad.