Confíe,  por favor

Confíe,  por favor

De acuerdo a los psicólogos, la confianza se proyecta en dos sentidos diferentes, hacia dentro y fuera de nosotros: por un lado es la seguridad que uno tiene en sí mismo, la cual crece a medida que constatamos nuestras aptitudes. Por otro lado, es la esperanza de que las personas o las cosas funcionen o se comporten según está previsto. En este caso aumenta cuando mantenemos relaciones de calidad y cumplimos nuestros objetivos.

«Para que los demás crean en uno, primero hay que saberse válido. Quien no goza de confianza en sí mismo, posterga las decisiones, da largas a los asuntos pendientes, va dejando cosas sin hacer y mantiene una actitud de parálisis. Con lo cual, paradójicamente, certifica que es alguien en quien no se puede confiar», señala el psicólogo clínico español Andrés Gento Rubio.

Para potenciar la autoconfianza, hay que conocerse todo lo posible, de una forma continuada y con la máxima honestidad, y vivir activamente opinando, escogiendo, significándose. Para ser realista, al igual que importa valorar y congratularse de las propias capacidades y posibilidades, también hay que constatar las propias limitaciones. Además hay que permitir mostrarse tal cual uno es, sin tapujos, máscaras ni escudos.

Según Gento Rubio: «Aunque la confianza nace en el interior, su crecimiento y desarrollo está ligado a las relaciones que mantenemos y a las respuestas que nos dan. Es nuestra responsabilidad seleccionar, cuidar y mimar las personas con las que nos rodeamos, y también apartarnos de las que minan nuestra autoconfianza y, por consiguiente, nuestra autoestima».

EL LUBRICANTE SOCIAL

«Para que una relación arranque y mantenga una buena salud es imprescindible que exista confianza, lo cual nos permite salir de nosotros, abandonarnos en los demás y mostrar nuestras vulnerabilidades. Un ejercicio necesario para que las relaciones, amorosas, familiares o fraternales sean un encuentro sereno y cómodo, que nos enriquezca a nivel personal», dice el experto.

Para los neurocientíficos la confianza también tiene raíces relacionadas con la química del cerebro y el sistema nervioso.

Según un estudio reciente, la confianza no sólo es una cuestión de comportamiento social, sino que además está ubicada en una zona muy concreta del cerebro: el núcleo caudado, uno de los ganglios centrales de nuestro sistema neuronal.

Un equipo de investigadores estadounidenses han identificado la zona del cerebro que se activa cuando se siente confianza, y han comprobado que cuando una persona confía plenamente en otra, esta zona cerebral despliega una gran actividad nerviosa.

Para este experimento, el grupo de investigadores del Colegio de Medicina de Baylor, en Houston, empleó un juego en el que los participantes se apostaban dinero. Para analizar su respuesta se les mantuvo conectados por medio de electrodos a un escáner que emitía las imágenes de una resonancia magnética de sus cerebros.

Los científicos, dirigidos por el neurólogo Brooks King-Casas, utilizaron a 48 parejas de voluntarios, a los que dividieron en tres grupos: uno debía mostrar benevolencia con el jugador contrario, otro ser neutral y un tercero actuar con cierta maldad.

El juego consistía en intercambiarse dinero sin conocer al contrario, y en que uno de los dos jugadores invirtiera en otro, quien veía triplicada automáticamente esa cantidad y devolvía lo que quería al primero.

De acuerdo a la cantidad devuelta, se iba configurando la confianza que merecía esa persona y se detectaba una actividad neuronal mayor que cuando el individuo en cuestión no actuaba benévolamente y, por tanto, no era de fiar.

LA NORMA AMISTOSA

Por otra parte, según un estudio efectuado por científicos de la Universidad de Zurich, en Suiza, la capacidad del ser humano de poder confiar en el prójimo en sus relaciones amorosas, amistades o transacciones de negocios depende de una hormona clave, la oxitocina u «hormona de la confianza».

El simple contacto con un extracto de oxitocina mejoró la capacidad de los sujetos del experimento de confiar en otros personas, un fenómeno que podría ayudar a aliviar problemas como el autismo, según las conclusiones de los científicos.

Los investigadores dirigidos por el doctor Ernest Fehr sostienen que esa hormona promueve la actividad social, en vez de simplemente alentar a las personas a arriesgarse.

La oxitocina es una molécula producida naturalmente por el hipotálamo en la base del cerebro, un estructura que regula diversos procesos fisiológicos como las emociones.

Los estudios con animales han demostrado que la oxitocina está relacionada con la creación de vínculos entre los machos y hembras, así como entre madres y sus crías.

Los investigadores suizos partieron de la premisa de que la oxitocina podría producir ese mismo fenómeno entre los humanos y para poner a prueba su corazonada invitaron a 58 personas a participar en una «prueba de confianza».

Los participantes fueron divididos en un grupo de «inversionistas» y otro de «guardianes». Los inversionistas recibieron créditos junto con instrucciones de que podrían elegir si darle cero, cuatro, ocho o 12 créditos a su guardián asignado.

Si el inversionista mostraba confianza, la suma total que podría distribuirse entre ambos aumentaba, pero al comienzo el guardián obtenía todos los beneficios. Después quedaba en manos del guardián decidir si respetaba la confianza del inversionista y compartía el lucro o se quedaba con todos los beneficios.

Al finalizar el juego todos los créditos se transformaron en dinero real, con lo cual ambos participantes tuvieron un incentivo económico propio.

Los «inversionistas» y «guardianes» recibieron oxitocina por vía nasal o bien un placebo, es decir una sustancia inocua. De los 29 inversionistas que recibieron oxitocina, el 45 por ciento mostraron «confianza máxima» al elegir poner fuertes sumas de dinero, en comparación con el 21 por ciento de los 29 inversionistas que fueron rociados con un placebo. En cambio, la oxitocina no cambió el comportamiento de los guardianes.

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