Conflicto médico-hospitalario: una sugerencia

Conflicto médico-hospitalario: una sugerencia

BIENVENIDO ALVAREZ-VEGA
No es posible continuar con la crisis hospitalaria y con a la crisis de los médicos y del personal paramédico. El país no lo resiste. Tampoco los médicos y mucho menos el gobierno. Es necesario, por lo tanto, abandonar las irracionalidades, los extremismos y las inflexibilidades, y empezar a buscar una salida honrosa, adecuada y beneficiosa para todos los sectores.

Hay, en este conflicto, tres premisas claras y que, a mi, me parecen veraces. Son estas:

a) Los centros de salud pública, es decir, hospitales, clínicas, policlínicas y consultorios,  carecen de los equipos, de los medicamentos y de otros utensilios indispensables para ofrecer un servicio adecuado a la población.

b) Los salarios que reciben los médicos, las enfermeras, los bioanalistas, los odontólogos, las farmacéuticas, los camilleros y el resto del personal de apoyo, son salarios insuficientes, salarios que están muy por debajo del costo de la canasta familiar y de la labor que rinden estas personas.

c) Las actuales condiciones financieras del gobierno, limitadas por la crisis más perniciosa de cuantas ha enfrentado el país en los últimos 40 años, no permiten que en el 2005 el alza salarial en beneficio del personal de salud sobrepase el 30% y el 25% propuestos.

Es importante que el gobierno, que la sociedad y que los médicos y el resto del personal paramédico, así como los directivos de los gremios de los profesionales de la salud, reconozcan estos elementos del conflicto como buenos y válidos.

Siempre he tenido la convicción de que los maestros y los médicos y el personal paramédico de la administración pública tienen que recibir un tratamiento salarial diferente al resto de la empleomanía. No porque sean personas excepcionales o privilegiados, como maliciosamente ha querido decirse en ocasiones, sino por la naturaleza de su labor, por la consagración necesaria y porque la educación y la salud son los dos pivotes fundamentales del desarrollo de una sociedad.

Son estas dos áreas, además, dos grandes retos que enfrenta la sociedad dominicana. Tenemos un nivel de escolaridad que constituye un obstáculo a la búsqueda del progreso, y tenemos todavía problemas de salud que debieron ser superados hace muchos años.

Además, los niveles de pobreza existentes en el país  obligan a no perder tiempo en avanzar en la educación y en la salud, porque la una y la otra son prerrequisitos para superar la misma pobreza, para ser competitivo en el campo de la economía y los servicios y para insertarnos en eso que hermosamente se llama la modernidad.

Consideramos, en consecuencia, que es urgente y necesario buscar soluciones para este largo y gravoso conflicto de la salud, de los hospitales y del personal médico y paramédico. La cuestión fundamental ahora es qué solución es posible, dadas las posiciones extremas que enfrentan a médicos y gobierno.

Mi propuesta es sencilla: Sugiero a médicos y gobierno que establezcan un acuerdo de política salarial que garantice que durante los próximos cuatro años, a partir de enero de cada año, el gobierno hará una reajuste salarial mínimo de un 25-30%.

El segundo aspecto de ese acuerdo sería el siguiente: El gobierno se compromete a dotar a todos los centros de salud pública de los equipos y medicamentos necesarios en un período de dos años, es decir, en el 2005 y el 2006.

Estos acuerdos se cumplirían de parte del gobierno independientemente de las medidas que acompañen al complicado sistema de seguridad social en ejecución.

Pienso que medidas como estas o similares deben ser acompañadas de la adopción de un nuevo sistema de gerencia o administración hospitalaria. Creo que los médicos no son los mejores administradores. Ejemplos hay por montones. Digo más: no tienen que serlos, porque no fueron educados para ser gestores. Por lo tanto, la sociedad y particularmente los contribuyentes tienen que exigir del gobierno que busque las personas más capaces para gestionar los recursos de los centros de salud.

Por mi parte creo que sería saludable repetir la experiencia de las religiosas católicas. Fue benéfica y útil esa experiencia. Administran bien, son sensibles, son rabiosamente honestas y tienen la sensibilidad propia de las vidas consagradas al Creador. Además, se han preparado para dirigir centros hospitalarios. Ojalá que pueda ser posible el regreso de las monjas a los centros de salud pública.
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bavegado@yahoo.com

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