Conflictos interminables

<P>Conflictos interminables</P>

La violencia que dejó como balance cinco muertos y ocho heridos en Miches es solo un episodio de interminables conflictos que se suscitan en la Región Este del país por la propiedad de la tierra. Esta vez ha corrido la sangre y el suceso llama la atención y consterna, pero en realidad es parte de una constante que mantiene en los tribunales numerosas litis sin definición. El enfrentamiento indica que dos partes se sienten con derecho de propiedad sobre unos terrenos con vocación turística. En vez de los tribunales, fueron las armas y la violencia las que emitieron el trágico fallo, que ahora obligará a definir por las vías civilizadas a quién corresponde el derecho de propiedad.

Está por verse cuál de las partes reclamantes tiene realmente derecho sobre estos terrenos, si acaso existen documentos debidamente certificados y registrados. En lo inmediato, hay varias familias sobrecogidas por el luto y otras pendientes de la evolución de personas heridas de gravedad en un incidente que las autoridades deberán esclarecer con diafanidad. Los conflictos por tierras en el Este datan de mucho tiempo y se han agravado en la medida en que la inversión turística ha incrementado la demanda de terrenos para infraestructura. Hay muchas duplicidades de títulos y la tarea para definir derechos de propiedad es bastante difícil. El caso de Miches es un un trágico  episodio del drama.

Viene bien una reflexión

La diversión desmedida y los excesos han erosionado la solemnidad de la Semana Santa, un período en el que se conmemoran  acontecimientos trascendentales para toda la humanidad. La pasión, muerte y resurrección de Jesús es un suceso que cristianos y no cristianos invocan como parte de la historia de la humanidad. Traer el significado de esos días a nuestros tiempos, en acto y pensamiento, debería ser un propósito común.

A la humanidad le vendría bien tomar estos días para una profunda reflexión sobre el rumbo que le hemos dado a la vida, para revisar conductas y comportamientos y trazarnos la meta de ser mejores en pensamiento y obra. La descomposición que consume a nuestros pueblos es una obra humana, y solo los humanos estamos en condiciones de reparar los daños morales que causamos a diario. La vida de Cristo tiene ejemplos de bondad que cada uno puede asimilar en su entorno. A todos nos viene bien un poco de reflexión.

 

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