Conflictos y ambiciones que hunden a un partido

Conflictos y ambiciones que hunden a un partido

En la historia moderna de la política dominicana no ha existido un partido de tan trastornada trayectoria como la del Partido Revolucionario Dominicano (PRD), que en sus 74 años de existencia ha estado sometido a la explosiva y unipersonal características de sus principales dirigentes, que en diversas etapas han propiciado los más variados incidentes divisionistas, casi destructores del partido.

Desde su llegada al país en julio de 1961, con la avanzada de Miolán, Silfa y Castillo, se inició el surgimiento de una esperanza de una sociedad que tan solo conocía del Partido Dominicano y sus apabullantes objetivos de sumisión y control. Fue un despertar cívico, que en aquel entonces se manifestó en concurridas manifestaciones públicas e incendio puntual de Radio Caribe.

El triunfo del PRD en las elecciones de 1962 era previsible por la cautivante personalidad de su líder, Juan Bosch, que por varios meses atrajo  a miles de dominicanos con sus charlas diarias de formación  e información, por la radio,  que sin duda fueron fundamentales para despertar la pasión de la ciudadanía por la política,  que desde entonces domina sus  actividades cotidianas de entretención y vivimos atentos a todo lo que dicen los principales dirigentes nacionales.

Ya para 1973, el PRD se mostraba carcomido por las ambiciones y egoísmos de sus dirigentes, que en noviembre de ese año hicieron saltar al profesor Bosch de sus filas, para semanas más tarde anunciar  el surgimiento del PLD con fuerte inspiración política marxista  de ese momento, en especial las simpatías  que levantaba la lucha de los vietnamitas  por su liberación.

 No obstante sus deserciones, y una errática dirección política, el PRD llega al poder en 1978,  pero con su cáncer interno de las luchas de ambiciones, que en 1982 llevaron al sacrificio de su primer presidente constitucional que casi cumpliría su período constitucional.

 Las luchas internas de la década del 80 lo desalojaron del poder en medio de casi una fratricida división, y su oportunidad de volver al poder se alejaron hasta las elecciones del 2000. La lucha interna del PRD no disminuyó en intensidad,  y ya con el poder en las manos,  volvieron hacer lo único que pueden cuando llegan al poder, de que no saben administrar correctamente, ya que sus aspiraciones y afanoso accionar para buscar los medios de acumular riquezas, los llevaron  a desprestigiar una gestión  que tuvo una disminuida  forja de logros.

 La participación del PRD en las elecciones del 2004, 2008 y 2012 fue una suma de acciones que reflejaban un accionar curioso de políticos,  que ya no ocultaban sus objetivos que nada tenía de programático o doctrinal  y tan solo surgía la necesidad de trepar al poder para cumplir  objetivos personales.

De ahí que no causa extrañeza los conflictos actuales, en donde liderazgos obtusos y débiles, junto a una obsoleta dirigencia negada a ser desplazada, pretenden atizar un fuego divisionista de imprevisibles  dimensiones destinado a un colapso definitivo e incitar al surgimiento de entidades mediocres de poca credibilidad como ocurre con sus rivales reformistas,  convertidos  en una entelequia y sucursal del partido de gobierno.

Son días cruciales para el PRD y su desorientada dirigencia, donde las ambiciones de sus dos principales líderes lo están precipitando  a un limbo del quehacer político, y al cual nadie, dentro  de ese partido, se atreve a enfrentar, ya que aferrados  a ellos dos,  buscan saciar el hambre de poder que ya de seguro los mantendrá  alejados del gobierno por 12 años.

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