¿Confusión de prioridades?

¿Confusión de prioridades?

La Procuraduría General de la República dejó en servicio, el jueves 8 de este mes, un moderno centro de reclusión sin barrotes y con reducida vigilancia para que terminen de cumplir sus penas aquellas personas privadas de su libertad por delitos menores, que hayan mostrado buena conducta y mejor aprovechamiento en el proceso de rehabilitación.

Se trata, sin duda, de un paso de avance en la aplicación de pautas penitenciarias modernas que tienen por finalidad devolver a la sociedad debidamente regenerados a aquellos individuos que han reñido con las normas de convivencia social.

Sin embargo, esta inauguración obliga a meditar sobre los extremos en que se desenvuelve la vida en nuestro pésimo sistema penitenciario.

Parece haber una confusión de prioridades en el hecho de que se manifieste tanta preocupación por acomodar a los presos que están en vías de cumplir las sanciones que les impusiera la justicia por haber sido hallados culpables de los delitos menores que se les imputaban y que, en cambio, se dejen intactas las condiciones de hacinamiento en que se encuentran miles de presos preventivos distribuidos por todo el país, muchos de los cuales no tienen la más remota idea de cuándo terminarán los procesos judiciales que se les siguen. Se trata de condiciones que imposibilitan cualquier proceso de rehabilitación.

-II-

Estas reflexiones nada tienen contra el Sistema Abierto del Centro de Corrección y Rehabilitación Haras Nacionales y mucho menos contra los propósitos que han inspirado su construcción.

De manera expresa, la crítica va dirigida a la inoportunidad de esta realización precisamente cuando hace falta acondicionar las cárceles que alojan al elevadísimo número de presos preventivos en todo el país.

El 7 de marzo de este año, 134 reclusos murieron quemados y 26 sufrieron lesiones en la cárcel pública de Higüey, debido a un incendio que provocó más estragos por las condiciones de terrible hacinamiento en que eran mantenidos los presos.

Nueve meses después hemos inaugurado un centro para mejorar las condiciones de encierro de personas con buena conducta que están a punto de cumplir sus condenas, pero ni siquiera se ha dado el primer picazo para sustituir la cárcel de la tragedia de Higüey.

En otras partes del país, las condiciones de encierro de los presos sigue siendo tan dramática como en los peores tiempos, sobre todo porque el número de preventivos es extremadamente alto.

Hacemos aquí el reparo de que estamos hablando de condiciones de alojamiento, no de tratamiento, pues sería mezquino no reconocer que en este último aspecto ciertamente ha habido mejorías notables.

En materia penitenciaria, como en algunas otras, parece haber contusión de prioridades, iniciando las transformaciones por un extremo cuando debería ser por el otro.

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