Congresistas se alzan  con el santo y las  limosnas

Congresistas se alzan  con el santo y las  limosnas

Desde hace mucho, nuestros congresistas han escenificado los más variados y bochornosos escándalos y han sido objetos de la crítica y condena moral de parte de la población. Entre ellos, se auto asignan y reparten cuantiosos recursos del erario y seguimos criticándolos sin reparar que más que a ellos, la crítica debe ser dirigida a  sus protectores: la alta dirección de los partidos a que pertenecen.

Y es que los congresistas, una vez elegidos, parecerá que logran una patente de corso para hacer y deshacer en sus respectivas cámaras legislativas, parece que logran una independencia de los principales jefes de esos partidos y de manera específica, de los jefes de las facciones a las que pertenecen, porque fueron ellas quienes las impusieron a la militancias de sus partidos y por vía de consecuencia, a la población toda.

Digo que parecería, porque en realidad la referida independencia sólo se expresa en el margen de discrecionalidad que tienen para servirse de sus puestos para amasar la fortuna que a muchos de ellos se le atribuye. Pero cuando se trata de hacer pasar una ley, la Ley de Presupuesto, por ejemplo, o una de sumo interés del partido que la somete, el grueso de esos congresistas asumen a pies juntilla la línea trazada por las cúpulas partidarias.

Uno se preguntaría, entonces, si en fin de cuentas son realmente independientes estos congresistas. La respuesta no es sí o no, porque lo que se evidencia con esa aparente contradicción en el comportamiento de esos elegidos es que entre ellos y sus direcciones existe un acuerdo no escrito o una regla no escrita, donde se establecen los límites de las acciones de las partes.

Los privilegios, la auto asignación de recursos para hacer campaña y para de una u otra manera recabar el dinero invertido en las campañas internas y en las elecciones por el puesto, son de exclusiva discrecionalidad de los congresistas y cuando se trata de hacer pasar o no una iniciativa legislativa favorable o desfavorable a sus direcciones partidarias de sus partidos, termina la independencia, la discrecionalidad. Entonces impera el espíritu de cuerpo, el interés partidario.

A los congresistas no les es difícil cumplir esta forma de pacto, porque generalmente los partidos con significativa representación electoral no presentan leyes para favorecer a la población que lesionen o por lo menos limiten los intereses de los grandes ricos de este país. De ese modo, no enfrentan intereses que de una u otra manera les favorecerían en los procesos electorales que tienen que superar para lograr sus curules.  En tal sentido, la modalidad de las alianzas o pactos que tienen con sus respectivas cúpulas la amplían hacia sectores productivos o empresariales.

La crítica y condena a los afrentosos barrilitos y cofrecitos de los senadores y diputados, debe ser dirigida fundamentalmente a sus protectores, a los jefes de facciones partidarias y a los sectores económicos y/o políticos que contribuyen a que los legisladores una vez elegidos se alcen con el santo y las limosnas.

Una de las diversas expresiones del sistema de complicidades y corrupción que impera en este país.

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