Congreso del Bolero: ¿Cultura o culto?

Congreso del Bolero: ¿Cultura o culto?

Nada más justo, quizás, que hacerle un homenaje al señor Bolero, amigo íntimo de dichas y desventuras románticas de tantas personas. Como un duende sentimental, mezcla de humano y  demonio, el bolero habita en nuestras emociones, sentimientos, afectos e intelecciones. A veces, el único confidente de pecados y frustraciones inenarrables de personas con dificultad para amar, que prefieren liberar emociones en derroches de amargue, con composiciones de Lara,  Lockward, Capó, o del bachatero más ríspido.

Nada tiene de malo que un nutrido grupo de cultores, oficiantes y fanáticos del bolero, acudan a una gran peregrinación, un culto a esa deidad sentimental (a menos que los especialistas de la conducta prueben otra cosa); actividad mucho más legítima, sin duda, que cualquier convite de compadres a celebrar gallos, a carnestolendas privadas; especialmente cuando sobrios, en una arena o cenáculo de la mayor altura, se congregan boleristas insignes del mundo.

Otro aspecto valioso de ese cónclave es que se procura ahondar en nuestra propia identidad, en lo autóctono como forma de expresar emociones y sentimientos, en las imbricaciones de lo popular y lo culto,  en la sublimización  de nuestras expresiones, desde las más puras e ingenuas, a las más primitivas y bestiales. 

Tratándose de algo tan primordial en nuestra cultura y estando allí representada la sociedad dominicana de manera formal por la Secretaría Cultura, pudo haber sido ocasión para una mayor participación de los cientistas sociales, sicólogos y psiquiatras, para discutir, por ejemplo, las implicaciones que tiene el culto al amor romántico, que se idealice la persona, en lugar de educar sobre formas más racionales de acercamiento a la persona amada.

Interesaría conocer qué efectos positivos y negativos tienen esos procesos catárticos, individuales y colectivos; qué elementos de la estructura social y la cultura propician formas expresivas alienantes, que no propenden a liberación alguna. ¿Cómo es que la idolatría a “la amada” se  conjuga con el maltrato a “la compañera”, dentro de un esquema machista que se frustra en una estructura social que no viabiliza el hogar económicamente estable? ¿Hasta qué punto el  amor romántico suplanta al de Dios? ¿Por qué el bolero muchas veces se disfruta en soledad o en la compañía de personas del mismo sexo, en borracheras entre hombres, malgastando dinero y  tiempo que debería dedicar a su hogar?

Esperemos que un próximo Congreso dedique más espacio a discutir, descubrir, desenmascarar, que es el papel de toda ciencia y verdad.

Es lo esperable de una élite intelectual que procure la liberación  de su pueblo, el saneamiento de una identidad que podría estar muy enferma, aunque nos pareciese original, genial y divertida.

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