¿Conoces mis planes, Señor?

<p>¿Conoces mis planes, Señor?</p>

MARLENE LLUBERES
Grandes expectativas surgen en nuestras vidas al inicio de un nuevo año. Aumentos de salario, mayor preparación académica, reconocimientos profesionales, adquisición de bienes muebles e inmuebles, mayor comprensión de quienes nos rodean, salud, estabilidad emocional, entre muchas otras metas, son las que anhelamos ver cumplidas.

Planificamos alcanzar objetivos, mediatos e inmediatos, según nuestro criterio; basados en la libertad que poseemos, tomamos decisiones, respecto a aquellas medidas que serán adoptadas deseando obtener mejores resultados que el año que recién ha transcurrido.

La Palabra de Dios, en el libro de Santiago, nos dice: “Oíd ahora, los que decís: Hoy o mañana iremos a tal o cual ciudad y pasaremos allá un año, haremos negocio y tendremos ganancia. Sin embargo, no sabéis cómo será vuestra vida mañana. Sólo sois un vapor que aparece por un poco de tiempo y luego se desvanece. Más bien, debierais decir: Si el Señor quiere, viviremos y haremos esto o aquello.”

En esta porción de La Palabra de Dios, podemos apreciar claramente que el hombre, antes de dar inicio a sus planes, debe traerlos delante de Dios porque aunque existe el libre albedrío, si basados en él, tomamos malas decisiones, tendremos que enfrentar las consecuencias. Si, por el contrario, buscamos en El consejo y dirección el porcentaje de equivocación será mucho menor.

El hombre es como la hierba, en la mañana florece, crece y en la tarde es cortada y se seca, pero, aunque conocemos esta realidad, organizamos nuestra vida como si Dios no existiera o no interviniera en ella, olvidándonos de que el hombre propone y es Dios quien dispone.

Por el contrario, si encomendamos al Creador nuestro camino, entregándole todas nuestras ansiedades, preocupaciones y cargas, para luego confiar en que Dios tiene el control absoluto, entonces El hará. Por cuanto en Dios hemos confiado, sin duda alguna, se acordará de nosotros, de que abrimos nuestros labios para presentarle nuestra necesidad y por Su nombre, por quien es, ciertamente nos ayudará y nos cuidará. Tiene todo el poder para controlar nuestras vidas y enseñarnos provechosamente la ruta a seguir.

Al buscar una relación con el Señor haremos prosperar nuestro camino y tendremos éxito, porque nadie más que El quiere nuestro bienestar, por lo que todos sus pensamientos para con nosotros son de bien y no de mal, lo único que nos pide es ser sensibles a su voz y poner por obra aquello que nos dice. Para lograrlo, cuando nos creó, escribió su ley en nuestros corazones y, además, nos legó su Palabra, el manual de vida, la instrucción perfecta.

A través de constantes y sinceros diálogos con nuestro Padre y del estudio de su Palabra, la cual será revelación del Espíritu de Dios para nuestra alma, conoceremos su voluntad y si la aceptamos sin oponernos, podremos recibir todas las bendiciones que, desde antes de la fundación del mundo, dispuso para nosotros.

El estar cerca de El nos llevará a dejar a un lado la hipocresía, la envidia, el egoísmo, la doble vida y andaremos en transparencia, en integridad delante de Dios y de los hombres. Hará que nuestro sí sea sí y nuestro no sea no. Nos convertirá en personas honestas, que caminen en verdad, honradamente, sin engaños ni mentiras.

Si entendemos la bendición que trae a nuestra vida recibir al Señor en nuestro corazón, reconociendo que quiere transformarnos y si entramos a formar parte de su plan, nos asombraremos cada día de ver como El nos defiende, nos fructifica, nos exalta, nos prospera, abre los tesoros del cielo para enviar, a su tiempo, la lluvia a la tierra.

Es indispensable que surja de nuestro interior una actitud ante la vida de fe y de confianza la cual nos lleve a clamar a Dios, a descansar en que El toma en sus manos todo aquello que le entregamos. Al creerlo y actuar en consecuencia, podemos estar seguros de que nos ayudará, porque cuando los caminos del hombre son agradables a Dios aún a sus enemigos hace estar en paz con él.

La fragilidad, brevedad e incertidumbre de la vida deben impedir que coloquemos toda nuestra confianza en los planes futuros; en cambio, si reconocemos la dependencia de Dios, no sólo en el existir, sino también en el movernos, cosecharemos con abundancia y ciertamente recibiremos recompensa.

Nunca lleguemos a ser como el hombre que un día se dijo: “Alma tienes muchos bienes depositados para muchos años; come, bebe, diviértete.”

Pero Dios le dijo: “!necio! Esta misma noche te reclaman el alma; y ahora, ¿Para quién será lo que has provisto?”.

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