¿Conoces tu “para qué”?

¿Conoces tu “para qué”?

«El propósito principal en la vida del hombre es dar nacimiento a sí mismo. Convertirse en lo que potencialmente es”.

Erich Fromm.

Todos tenemos la necesidad de realizarnos, de ser felices, de lograr algo importante en nuestra existencia, vivir plenamente, y en algunos casos trascender. El secreto de la existencia humana no sólo está en vivir, decía Dostoyevski, el novelista ruso del siglo XIX, sino también en saber para qué se vive.

En el momento en que encontramos nuestro para qué, la vida nos aclara -y proporciona- el cómo y el cuándo. El propósito de nuestra vida tiene que ver con los dones y talentos únicos que ya tenemos, y que nos han sido dados para llenarnos de sentido. Las aptitudes que tenemos nos dan fuerzas para realizar la travesía.

Lastimosamente, mucha gente que tiene clara cuál es su misión hace cosas muy diferentes para ganar dinero. Si lo que hacemos es auténticamente parte de nuestra misión, también nos traerá abundancia y prosperidad en todos los aspectos. La misión nos da las fuerzas para desarrollar toda nuestra capacidad en aquello que hacemos, y nos lleva a poner el corazón en cada paso que damos. Ese hecho es la diferencia entre trabajar por dinero y servir por amor.

Cuando trabajamos por dinero, el intercambio cesa al recibir la paga. Es como si el movimiento muriera. Con cada tarea, necesitamos empezar de nuevo desde cero. Llegado un tiempo, estamos física, mental y emocionalmente muy cansados. El escritor italiano, Gabriele d’Annunzio, dijo: “renunciar a mi pasión es como desgarrar con mis uñas una parte viva de mi corazón”.

Este es el origen del “estar quemado” o burnout, un síndrome descrito en 1974 por el psiquiatra Herbert Freudenberger, que describe lo que le ocurre a la gente que ha perdido interés en el trabajo. En muchas ocasiones, estas personas terminan enfermas.

Hacer lo que uno ama en la vida es sinónimo de vivir en abundancia, bienestar y libertad. El no contacto con “eso”, que aviva e impulsa al alma, es una impresionante causa de vacío, angustia, desconexión y dolor que sienten las personas. Ese “no saber” nos lleva por la vida siendo -y haciendo- cosas que nos complican y estresan, sumiéndonos en la infelicidad.

Lo que hacemos con amor nos dignifica. Cuando servimos con amor, el intercambio se expande. Nuestra energía vital crece con cada tarea, y lo mismo ocurre con nuestro talento, la retribución, el agradecimiento, la pasión, y el entusiasmo. Ese es el fruto que viene de sembrar nuestras semillas en la dimensión espiritual.

El contacto con nuestro “para qué” es un potente combustible que nos impulsa a avanzar. Una vez que hemos definido nuestro propósito, contamos con un faro de luz que sobresale en la oscuridad guiándonos en nuestras prioridades.Los ancestros, aliados, guías, maestros y ángeles se ponen en movimiento para que todo lo que necesitemos nos llegue fácil, rápida y gozosamente.

Cuando nuestra ocupación nos permite usar nuestros talentos y habilidades, haciendo uso de nuestros gustos, y ayudando a muchas personas mientras somos muy bien recompensados, no es “trabajo”, sino “bendición” manifestada. Un quehacer así llena nuestra vida de abundancia y libertad. Pero ¡ojo!, una vez que hemos encontrado nuestro para qué no hay retroceso ¿Te arriesgas?

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