2/2
Con respecto a la cuestión, o sea, la pregunta, el acertijo o el asunto a resolver, según Sócrates: Conocerse a ‘sí mismo; según Shakespeare: ser o no ser.
La tradición cuenta que Pedro le preguntó a Jesucristo, ¿Quo Vadis?, esto es, ¿a dónde vas? A lo que Cristo le respondió: ¡A Roma, a ser crucificado de nuevo! Indicándole a Pedro que debemos estar dispuestos a sacrificarnos por el Proyecto de Dios; que es hacia ese Plan hacia dónde debemos ir.
Muchos filósofos han abordado estos temas, pero pareciera que el hombre actual piensa que ya llegó, que la meta la tenemos aquí, exactamente donde estamos: en esta basura de civilización, en la modernidad, en el liberalismo y el dejar hacer y dejar pasar; en el medalaganerismo criollo y universal; en que “cada cual ‘culo’ suyo… hace lo que quiera”, como dijera un extranjero.
Filósofos orientales también se han ocupado del Tao, El Camino”, lo que equivalía a la inmortalidad, la autosuperación, la constante y eterna búsqueda del progreso personal y colectivo, de acuerdo con la mutación constante y trascendente.
Los hebreos, temprano en su historia, tuvieron una guía escrita de su origen y destino, y pasaron por una transformación cultural (“remaking of culture”): cuatro siglos de esclavitud, y cuatro décadas de vida nómada en un desierto. Y siglos más tarde, tuvieron una nueva Propuesta: Nacer de nuevo individualmente, un “remaking of the self” (según la sociología estadounidense).
Lamentablemente, no acabaremos de entender que humanidad y naturaleza están en permanente evolución. No nos ha bastado con Darwin, los evolucionistas y los utopistas para darnos cuenta de que en realidad todo se trata de un gran proyecto. Que obviamente nos lleva desde lo animal y primario a lo espiritual y trascendente.
Nacer de nuevo es, pues, la verdadera cuestión. Lo que realmente importa.
No fue por inmodestia de filósofo que Jesucristo dijo: Yo soy el camino, la verdad y la vida. Una frase que “marea” a cualquiera que no esté bien desayunado intelectual y espiritualmente.
La preocupación de Sócrates y la de Shakespeare eran la misma: Conocerse a sí mismo; saber quién tú eres en esencia, y decidirte a ser lo que debes y te conviene ser; qué camino tomar, descubrir la Verdad y la Vida.
Para la mayoría de nosotros equivale a nacer de nuevo; un desafío enorme, especialmente para los que no tienen que deshacerse de una personalidad artificiosamente inflada por la vanidad y el orgullo, o deformada por la maldad y el autoengaño.
“Nacer de Nuevo”, “that is the question”: Partiendo de la negación del ego, de sí mismo, y humillarse ante el creador, y comprometerse con su Proyecto Socio-espiritual: Una sociedad digna, con respeto de la naturaleza y del prójimo, sin pobrezas ni injusticias.
Las águilas se despluman para rejuvenecerse. “El hombre está obligado a parirse de nuevo a sí mismo”, como dijera García Márquez. Tantas veces como haga falta.
Para ello, el fabricante, Dios, proveyó guía, manual, entrenador y coaches (próximo tema).