Consciencia forense popular

Consciencia forense popular

Determinadas élites intelectuales que para suerte del país son numéricamente muy pocas, repiten a modo de estribillo el falso lema de que el  pueblo dominicano es ignorante e ingenuo.

Nada puede haber más alejado de la verdad ya que nuestra población ha demostrado miles de veces  su inteligencia y sabiduría, a tal punto de ver sabichosos y aspirantes a dictadores subir y bajar del solio con su paga correspondiente.  Los dominicanos, sin que ello implique una intención peyorativa para estos discapacitados, reconocemos al cojo sentado y al ciego durmiendo siesta.  De ahí que con suma frecuencia se vea  que quienes pretenden engañarnos son los que al fin y al cabo resultan engañados a sí mismos.

Las consideraciones arriba enunciadas vienen a propósito del caso lamentable de un conductor de minibús que la noche del 12 de febrero de 2010 sufrió un desmayo mientras conducía el vehículo cargado de pasajeros, perdiendo el control para luego deslizarse y fatalmente caer a las aguas del mar Caribe. El balance de aquella tragedia fue de once muertos y 16 personas lesionadas. Las víctimas mortales fueron trasladadas al Instituto Nacional de Patología Forense desde donde fueron entregados cuatro cadáveres a familiares esa misma noche. Los restantes siete difuntos fueron cargados en la madrugada por un cura y un dirigente sindical. Entre estos últimos estaba el cadáver del chofer. 

Lo que mucha gente no sabía, incluido el suscrito, es que los médicos legistas tienen por costumbre entregar a familiares los cadáveres de las víctimas de accidentes automovilísticos sin que llegue a realizárseles una necropsia. La mañana del sábado que siguió al lamentable accidente será inolvidable para mucha gente.  El reperpero que se armó a partir del sorprendente hecho de haber entregado al  fenecido conductor sin estudio postmortem  fue el de apaga y vámonos.   Llovieron las críticas a través de los distintos medios de comunicación por parte de centenares de individuos, quienes con justa razón entendían que al  chofer de la guagua debió habérsele practicado la autopsia, a fin de determinar la causa de su deceso.

El pueblo intuyó que solamente una autopsia podía de manera científica y definitiva establecer fuera de toda duda médica razonable la causa que provocó el desmayo y la muerte de quien conducía el vehículo mencionado. El  legítimo reclamo fue creciendo rápidamente y no fue sino hasta que se anunció la exhumación y necropsia que la calma retornó al seno de la ciudadanía.  El experticio médico forense evidenció una enfermedad arteriosclerótica coronaria con infartos cardiacos viejos y recientes. Aquel señor frente al volante del minibús era un paciente coronario víctima de un ataque mortal en el momento menos oportuno.

Las autoridades judiciales supieron interpretar la indignación y el justo reclamo popular, dando la respuesta adecuada y oportuna que era la realización de la autopsia.  El nivel de consciencia forense de la sociedad sigue creciendo a una velocidad que sobrepasa la de sus dirigentes. Hay  momentos en la historia en que los pueblos se crecen como los ríos y arropan con sus aguas de reclamos los cuerpos de sus dormidos líderes. ¡Qué bueno que avanza el pueblo!

Publicaciones Relacionadas

Más leídas