Consecuencias nefastas del clientelismo

Consecuencias nefastas del clientelismo

La semana pasada, la Naturaleza, volvió una vez más a darle un jalón de oreja a nuestra clase política, ya que por culpa de su populismo, arraigado hasta los tuétanos, llevó casi a la muerte a miles de personas, que asentadas a orillas de los ríos en terrenos invadidos impunemente, estuvieron  a punto de perecer o perdieron buena parte de sus ajuares.

 Las aguas desbordadas de los principales ríos del sur del país golpearon severamente las infraestructuras viales, acueductos y edificios, aparte de arropar a centenares  de humildes viviendas construidas en las riberas de los ríos, que son terrenos del Estado, en donde la irresponsabilidad de los políticos  permite y estimula  esos asentamientos ilegales.

Desde que la clase política tomó conciencia de su poder, para comenzar a disfrutar el vacío que había dejado la desaparición de la dictadura de Trujillo,  se instauró un clientelismo irresponsable que tuvo sus inicios cuando el doctor Balaguer cedió a los choferes cientos de vehículos por medio del patrimonio del PartidoDominicano y las autoridades permitieron las invasiones de solares, fincas y edificios que habían pertenecido al dictador y sus allegados.

Desde entonces, y por más de 50 años, ha sido la constante las denuncias de invasiones de tierras a nombre de ser padres de familias, y por el populismo de los políticos que los necesitan para su permanencia  en el poder. Incluso esas invasiones son bendecidas por los gobiernos de turno, cuando transcurrido cierto tiempo se les construyen calles, aceras y contenes, se les instalan redes eléctricas, telefónicas y de agua, de manera que se estimulan las invasiones y el derecho de propiedad es letra muerta. Así se ubican a miles de personas a vivir precariamente ya que serán los blancos perfectos para que la Naturaleza se ensañe con ellos, como ocurrió en agosto con la tormenta Isaac y ahora  con la tormenta Sandy.

 Es vergonzante que la falta de autoridad, para evitar esas invasiones de las riberas de los ríos, empuje a  los pobres a ser víctimas probables de inundaciones. Por tanto, eso se ha convertido en un problema permanente de imposible solución   ya que ningún político  sacará de  esos lugares a quienes ya lo ocupan. Y si alguna vez se hiciera un desalojo para reubicar a esas familias, el lugar vacío lo vuelven a ocupar,  como ocurrió cuando en una de las administraciones del doctor Balaguer se desalojó la zona de La Barquita, a orillas del Ozama, para llevarlos a Las Caobas, y en menos de  dos años las nuevas casas ya las habían traspasado y retornado de nuevo a sus lugares, desde donde continuarían extorsionando al Estado, y aupados  por los políticos, es el caudal humano de los votos cautivos.

 La tragedia de la semana pasada demostró de como los ríos recuperaron sus terrenos, ocupados por la desesperación de la gente, y el estímulo de los políticos, que siendo funcionarios no levantan  un dedo para hacer valer la autoridad, ya que solo procuran granjearse un clientelismo que les asegure sus planes políticos.

Estas tragedias de las inundaciones, que provocan las aguas desbordadas, son ya una repetición de cada temporada ciclónica. Si buscáramos en las colecciones de los diarios,  o navegamos en Internet buscando noticias viejas de hace 10, 20 o 30 años,  nos daríamos cuenta  que las reseñas y fotos serían iguales a las de la actualidad, cuando las cosechas se pierden las carreteras se cortan, las calles de los pueblos se inundan y los rellenos de los aproches de los puentes son arrastrados por la violencia de la corriente, aislando pueblos  y regiones por varios días.

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