Conocido por sus siglas CNM, es el órgano supremo del Poder Judicial, encabezado ex-oficio por el Presidente de la República Dr. Leonel Antonio Fernández Reyna, quien en su oratoria se prodiga como paradigma de la diafanidad y transparencia en el manejo concerniente a los asuntos de Estado.
Esa estructura en principio fue instituida y destinada conforme sus reglamentos, para realizar la elección de los jueces de la Suprema Corte de Justicia (SCJ). Adicional, recientemente se le atribuyó la facultad de elegir los jueces del Tribunal Constitucional (TC) y del Tribunal Superior Electoral (TSE). Estas tres instancias han sido bautizadas con el solemne apelativo de Altas Cortes.
El propósito de organizar en nuestro país esas Altas Cortes fue sano y lleno de buenas intenciones desde el punto de vista formal y reglamentario. Sin embargo, el modus operandi, para fines de la preselección de esos jueces, celebrado previo a la elección final, y difundido a nivel nacional a través de los medios televisivos, devino en espectáculo de mal gusto.
Esto agravado, frente a nacionales y extranjeros, porque la ejecución del montaje contó con el auspicio y protagonismo del más alto representante de la nación, su Excelencia el Honorable Señor Presidente de la República. El resultado final de la elección de esos jueces, como se diría en lenguaje coloquial, tuvo matiz de una tomadura de pelo, frustración inmerecida para un pueblo digno de mejor suerte y que cifraba en esa elección un espaldarazo a la aspiración de una legítima administración de ¡Justicia!
Con ese insano e imprudente accionar se desaprovechó una oportunidad de oro para coadyuvar con el remozamiento que conduciría sin resquicio a la anhelada independencia y probidad del Poder Judicial, en los respectivos ámbitos de su competencia jurisdiccional.
Los frutos de esa elección parcial izada en términos partidarios no se hicieron esperar. Las más recientes e ignominiosas decisiones del Tribunal Superior Electoral, son una ostensible señal de lo que se puede esperar de ese mal llamado tribunal de justicia electoral.
La clarinada de alerta sobre la parcialidad de esa entidad se evidencia del contenido del voto disidente-razonado de su propio presidente, único voto independiente de los miembros de ese importante tribunal, integrado por tres confesos peledeístas y/o leonelistas; y para disimular a título de conmiseración, el Consejo Nacional de la Magistratura (CNM), eligió, el cuarto juez, un connotado y tradicional militante perredeísta.
De aquí al domingo 20 de mayo del 2012, incluido el cierre de las votaciones, aún cuando no tengo vocación de oráculo, me atrevo a presagiar que nos esperan muchas sorpresas. Por las cosas que ya he visto y oído, les aconsejo a todos los dominicanos conscientes paciencia, esperar y prepararnos para lo peor. Como lo expresa el dicho popular ojalá y Dios nos agarre confesao.
Ante esta debacle, para mi tranquilidad de conciencia y atenuar mi pesar, me vino a la memoria, cual si fuera bálsamo, esta frase, cuya autoría es atribuida al matemático, filósofo y enciclopedista francés Jean Le Rond D Alambert, que reza así:
La guerra es el arte de destruir hombres; la política es el arte de engañarlos.
Nuestros dirigentes políticos en su conducta pública han optado por ser fieles al pensamiento lapidario del enciclopedista francés.