Consejo que enseña

Consejo que enseña

Discurría la década de los sesenta, me había graduado en  1961, justo después de la muerte del Jefe, de hecho el último examen, si no me falla la memoria, fue el 5 de junio. Puesto que en enero del 1962, salía del país hacia la República Federal Alemana, presto completé la tesis de grado, la defendí y en ceremonia privada en la oficina del Rector de la Universidad de Santo Domingo, todavía no había adquirido la autonomía, se llevó a cabo la investidura de graduación, recibí el diploma y el premio al mejor estudiante de ingeniería. El primero de manos de Lic. Machado, rector, y el segundo, del profesor José Ramón Báez Lopez-Pehna, decano.

Después de unos años en Alemania, volví al país, para ausentarme al poco tiempo, esta vez, con el programa Fulbright, instituido por el senador estadounidense del mismo apellido, quien contribuyó considerablemente al intercambio de estudiantes y al avance de las ciencias en su país y el resto del mundo.

Llegué al Instituto Tecnológico de California (California Institute of Technology), conocido como Caltech que a través del Jet Propulsion Laboratory (Laboratorio de Propulsión a Chorro), ha diseñado,  lanzado con la NASA, seguido, recibido fotos y datos de los vehículos lunares y sondas que han surcado el espacio.

Caltech es diferente de todo lo que había conocido hasta entonces: La Universidad de Santo Domingo, la Universidad de Río Piedras en Puerto Rico y la Escuela Técnica Superior de Hannover, ahora convertida en universidad.

El sistema educativo estadounidense universitario es como un molino que no se detiene. El estudiante entra en él y está obligado a seguir el paso con un mínimo de créditos-semestre o –trimestre o –cuatrimestre, según el caso; además, mantener un promedio mínimo. De lo contrario, es expulsado sin distinción. Si tiene suerte lo admiten en otra universidad de menor calidad académica.

La diferencia de Caltech con otras universidades es que en ella interesan los fundamentos, los principios científicos, la investigación, muchas matemáticas y los problemas que ponen a los estudiantes no son comunes, sino derivados de las investigaciones que están haciendo. No interesa, para nada que usted se aprenda un texto de memoria, sí es necesario extraer de ése, los fundamentos que permiten resolver problemas fuera de lo común. Además de los fundamentos, cómo se manejan las ecuaciones matemáticas hasta llegar a la solución.

En ese ambiente todo transcurre bajo el sistema de honor: lo que usted dice no es cuestionado pero si lo atrapan en una mentira, ahí termina su estadía en ese instituto. Los exámenes son tales, que los profesores permiten al estudiante llevárselos a su casa y trabajar en ellos el tiempo prescrito por él, ni un minuto más. Puede abrir todos los libros que quiera y no va a encontrar nada parecido en ninguno. De hecho, los profesores advierten a los estudiantes que no saquen muchos libros para que no pierdan demasiado tiempo buscando. ¡Que piensen!

Ya para graduarme, me llamó a su despacho mi profesor consejero (adviser). Me dijo algo así: “Julio, aquí te hemos enseñado ingeniería, a resolver problemas de todo tipo. Usa tu cabeza allá afuera, no busques soluciones que no van con lo que te enseñamos; si te las proponen, no las aceptes, porque la naturaleza tendrá la manera de cobrarte (“Nature will catch up with you”). ¡Cuánta razón tenía el profesor emérito Vito Vanoni! Lo comprobamos diariamente. A las generaciones subsiguientes: piensen que si resuelven (en cualquier área) fuera buena de la práctica: “Nature will catch up with you”.

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