Una división entre los perredeístas que provoque un nuevo partido, que se unan a otro existente, o que se integren a la Convergencia para participar en las elecciones del 2016, mientras el grupo que se quede con el control del PRD haga lo mismo, representa una aventura para todos. Un golpe a la democracia y una frustración colectiva, especialmente para la masa perredeísta. Lo expreso como un amigo al que no lo mueven intereses partidarios o de cualquier otra índole.
Aventura, porque nuestra historia ha sido demasiado elocuente en materia de divisiones y escogencia de candidatos. Porque no sería sincero ocultar que entre los que se mencionan que podrían salir del PRD, hay varios a quienes sus seguidores entienden el candidato del momento. Los dos más conocidos son Hipólito Mejía y Luis Abinader, pero también hay otros con aspiraciones.
Si la situación no les permite otra salida que la de irse, para que resulte una aventura menos traumática, Hipólito y Luis tendrían de antemano que ponerse de cuerdo en quién será el candidato a la Presidencia y quienes tomarían la dirección del nuevo partido o movimiento, porque dentro de los posibles aliados coyunturales también hay personas con planes y aspiraciones. Pero igual resultaría una aventura para Miguel Vargas si no hace nada para evitar que el PRD se divida y se vayan dirigentes importantes, porque si en realidad aspira la Presidencia de la República, la peor manera de lograrlo es con un partido dividido o disminuido.
Es cierto que una salida interna entre los grupos en pugna ha sido difícil, y aunque la sangre no ha llegado al río, el puente que lo cruza está en condiciones difíciles de transitar; sin embargo, todavía tienen por lo menos una vía para lograr entendimiento, siempre que estén dispuestos a sacrificios y a someterlos al dictamen de la democracia.
No me refiero solo al tema del Padrón, de lo que he escrito en varias ocasiones, sino a un posible entendimiento entre las partes para que luego de concertado, lo sometan a sus organismos deliberativos, llámese Convención o Congreso, y que las mayorías aprueben esos puntos previamente convenidos.
Aún existiendo diferencias profundas entre las facciones que cohabitan a lo interno del PRD, lo anteriormente expuesto les podría brindar un camino expedito para que revisen los posibles elementos distorsionantes que pudieran existir, y a partir de ahí se puedan crear condiciones que permitan la participación de todos los sectores en un proyecto donde se imponga la lógica, el civismo y el compañerismo.
Porque de cualquier forma, lograr un entendimiento entre las partes para que luego las bases de su partido le den la aprobación por vía democrática, sería una vía menos riesgosa para Hipólito, Miguel, Luis y los demás dirigentes que aspiran cargos de dirección como electivos, ya que divididos, no solo se lanzarían a una aventura, sino a un posible suicidio político.
No se cuál podría ser la fórmula. Solo sé que divididos perderán todos.