Consejos de Pedro a Camila Henríquez Ureña

<p>Consejos de Pedro a Camila Henríquez Ureña</p>

MANUEL MORA SERRANO
Con la ternura y el cariño que un hermano tiene a su única hermana (los demás fueron varones), los Henríquez Ureña se refieren a los intentos poéticos de Camila de diverso modo. Mientras Max la anima, la elogia y encuentra sus versos excelentes y dignos de ser dados a la luz en publicaciones internacionales importantes, haciéndole pequeños reparos, Pedro le aconseja otras cosas que aunque escritas en el 1937, ahora, setenta años después, tienen plena vigencia y ya quisiéramos que se la aplicaran los versificadores nuestros, sobre todo los jóvenes que poco o nada diferente tengan que decir.

En el tomo X de las Obras y Apuntes de Camila Henríquez Ureña (Banco de Reservas, Editora Alfa y Omega, marzo de 2006, páginas de la 46 a la 48), aparece la misiva fechada el 21 de enero de dicho año, en la cual el maestro por antonomasia de América, entre otras cosas le dice: “Es una lástima que no escribas más. Pero debes hacerlo. No esperes a tener encargos, a que te pidan conferencias. Escribe cada día lo que se te ocurra, lo que hayas pensado, en cualquier forma: en diez líneas en tres, en cincuenta; exprésate como realmente piensas y sientes. Todo eso, reunido, puede ser algo. La forma construida, grande, no depende de nosotros sino de lo que nos pidan o de los que nos permitan las circunstancias en América. Ya ves que yo nunca he podido escribir los libros que quiero y hasta he dejado de concebirlos. Mis libros grandes son obra de ocasiones (La Versificación es una tesis que creí resultaría corta y de poco trabajo; ahora estoy arrepentido de no haberme asignado otro trabajo con más alcance filosófico, que me habría costado igual esfuerzo pero con mejores resultados).

No te aconsejo que te dediques a los versos. No porque estén mal los tuyos, sino porque en español hay demasiado poetas, y, de no ser uno de los mejores, el esfuerzo es poco lucido. Eso mismo que dices en tus versos debes ponerlo en prosa: sé que resulta más difícil; en prosa los sentimientos parecen confesiones descarnadas y en verso hay una apariencia de ficción, que permite mayor franqueza, por lo mismo que el lector no la toma del todo en serio: muchos poetas fingen sentimientos que no tienen o exageran. Escribe, pues, lo que sientas, sin ánimo de publicar: después podrás escoger lo que te parezca prudente. Pero guárdalo todo. Y féchalo. Como una especie de diario; pero no diario íntimo, en conjunto, sino cuaderno de apuntes en que escribes constantemente.

Tus versos revelan personalidad. Pero creo que esa personalidad se expresaría mejor en prosa. Por la mayor libertad de la forma. Y, pensando con cálculo, hay más perspectivas de interesar, de durar, en prosa, hoy, que en verso, a menos que se sea uno de los poetas centrales, Jiménez o Machado o Neruda. Ya ves que hasta Gabriela Mistral se ha trasladado a la prosa. Y Borges”.

Hay que fijarse adonde apuntaba entonces Pedro, nada más y nada menos que Juan Ramón, Antonio, Pablo y Jorge Luis. Y, tenía razón al escogerlos.

Finalmente, con un dejo de ternura paternal para la ‘niña’ de Salomé, después de hacer comentarios, concluye diciéndole: “En realidad tus concepciones son originales. Quizás mi consejo de no escribir versos sea inadecuado: todo eso, dicho en forma nueva, bien afinada, estaría muy bien, resultaría de primer orden”.

Que era una forma de darle un beso literario en las mejillas, llorosas de seguro, de la hermanita querida.

Sin embargo no escribo estas notas por puro sentimentalismo. El consejo vale todavía para tanta gente que no esté dotada de originalidad para expresarse en verso, por lo que podría decirse que es un consejo abierto. Basta leer antologías y los embarres de cuartillas en Internet, para darnos cuenta de cómo abundan las Camila y escasean los Pedro que orienten a esos y a esas que tanto dinero gastan publicando libros que nadie, ni ellos mismos, leen.

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