Consejos de un divorciado
para matrimonios con dificultades

<p>Consejos de un divorciado <br/>para matrimonios con dificultades</p>

JUAN TERRERO PÉREZ
Hace algo más de dos años que estamos separados (ya divorciado) de la madre de mis hijos. Confesamos que sin haber sido una separación traumática, durante el período de adaptación luego de 16 años de casados, se pasan momentos difíciles, por tal razón recomendamos a las personas unidas por el vínculo matrimonial, luchar hasta el fin por mantener sus matrimonios. La familia es la primera institución de la sociedad, hemos oído decir desde niño.

El cantante español Camilo Sesto dice en una de sus canciones:”…Todo empezó a ir mal desde que confundiste tu derecho con el amor y me viste como un rival…”.

Rebuscando en textos de psicología pudimos encontrar que en estos tiempos de la tecnología, muchas parejas convierten la relación en una verdadera lucha de poder, dominio, donde el dinero y el desarrollo individual convierte la vida de la pareja en un “verdadero” campo de batalla. Entonces, cuando se entra en competencia de inmediato se pierde el sentido matrimonial, se pierde la unidad del hogar, porque competir es ir en contra de la naturaleza de la relación señalan los textos, y agregan: somos pareja, no individuo. Para mantener el matrimonio se hace necesario tener metas y objetivos comunes, cuyos logros fortalezcan la relación, no a uno de los dos.

La relación de pareja no es un negocio de inversión. Los aportes económicos no dan poder o posición, no se trata de quién tiene más acciones. Tu dinero y mi dinero es un lenguaje de negocios, no de pareja; entonces, cuando se vive bajo estas reglas, se hace difícil la relación, es preciso hablar de proyectos económicos comunes orientados al bienestar y desarrollo de la familia.

El tiempo que se pasa en la cama, no durmiendo, desde luego, es muy breve para creer o pensar que en la calidad, intensidad o frecuencia del sexo genital está la base principal de una buena relación de pareja. La genitalidad o el acto sexual puramente biológico es casi animal. La sexualidad es mucho más que eso: es afecto, respeto, aceptación, cuidado, ternura, comunicación, sexo y más. Cuando estas cosas faltan, entonces la relación se hace difícil.

Algunos textos manifiestan que la relación es barro, no piedra; el barro con el amor, paciencia y ternura se moldea, pero para esto se requiere además, tiempo, perseverancia y una meta clara de fortalecer la pareja y la familia. La piedra en cambio, es dura, no acepta cambios, ni mejoras.

Si nos comportamos en la relación como si ésta fuera dura piedra, es negar la naturaleza del matrimonio, entonces es cuando la pareja en vez de dos serán como uno. De lo contrario, la pareja en manos del amor es como el barro en manos del alfarero. Para darle forma al barro dos manos son suficientes y en la pareja dos corazones para moldear la relación. Al encanto de la pareja es aceite lo que le hace falta, no luz. El amor como el sol siempre está ahí, aunque nubes grises, oscuras lo cubran de rutina, desaliento, celos, rencores, viejas heridas. No obstante, dedicarse un tiempo exclusivo para los dos, salir, hablar, darse afecto, disponer de tiempo para la familia, es la clase de aceite que hace brillar y mantener encendida la luz del amor.

La fe que da fuerza a la relación no es la que espera un milagro, sino la que cree en el amor y el amor hará el milagro. Esperar está bien, si es que no hay nada que podamos hacer. Muchas parejas, incluso cristianas, piensan que esperar es igual a dejar que las cosas ocurran por sí solas. Los textos en cuestión sostienen que el amor no espera, sino que toma la iniciativa… actúa, echa agua en la tinaja para que ocurra el milagro.

La relación de pareja es difícil, porque olvidamos que siempre, siempre la relación es asunto de dos, empero cuando interviene la suegra, entonces, el caso se convierte en dos contra uno. Hay que entender que la relación de pareja no es un juicio. No es buscar culpables, por lo tanto no hace falta acusar o señalar. No se debe olvidar que el matrimonio es asunto de dos. La sensación particular de creer que se tiene la razón, servirá de poco, sentirse víctima no es sano y además no conduce a nada. La relación será difícil si la pareja, o uno, actúa como si estuviera en un juicio. Tenemos que recordar que en las dificultades hay responsables, no culpables y se puede advertir que en muchas ocasiones quien acusa recibe la condena.

Y destacar que la relación de pareja no es una lucha; de ninguna manera se trata de demostrar poder, quién es el más fuerte o inteligente. No hay a quien vencer ni demostrar mayor habilidad para ganar. No es juego ni competencia. No olvidemos: somos complemento no competencia; y finalmente, advertir que si nos vamos a la competencia, la corona será el divorcio. Reflexionemos.

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