Consejos para cambiar de vida

Consejos para cambiar de vida

Isabel, una médica endocrina de 43 años, dejó su hospital para ingresar en un monasterio como monja de clausura. Kim, un profesor de secundaria, se operó para transformarse en mujer. A los 47 años, Miguel dejó su restaurante en una gran ciudad para reconstruir casas en un pueblo abandonado. Clara era juez y fiscal y ahora es bailarina y profesora de danzas.

Llegó un momento en sus vidas que dijeron “hasta aquí hemos llegado”, y decidieron volver a empezar, haciendo borrón y cuenta nueva. No les bastaba con dar pequeños retoques a su existencia, sino que emprendieron cambios radicales. Tampoco fueron saltos al azar, sino decisiones tomadas con valentía, que les llevaron a dar un giro de 180 grados. Buscaban la felicidad y la encontraron.

Unos cambian de sexo, de país; otros de cultura, de religión, algunos modifican su profesión o actividad, ante la sorpresa o el estupor de quienes les rodean. Los cambios son decisiones difíciles de tomar, pero cuando se producen, los primeros sorprendidos son los propios protagonistas, señalan los expertos.

¿Romper con todo e iniciar una nueva vida? A todos se nos ha pasado por la cabeza, cuando la rutina o el estrés empiezan a desgastar nuestro entusiasmo. Los casos reales de Isabel, Kim, Miguel y Clara muestran que se puede hacer borrón y cuenta nueva, pero antes conviene saber quién es uno de verdad.

[b]Cambiar es difícil[/b]

Muchas veces la satisfacción con la vida no requiere giros tan radicales, sino que basta con introducir algunos cambios para elevar el bienestar y dar más sentido a nuestro día a día.

En los últimos tiempos, los especialistas han detectado un aumento de cambios radicales en las vidas de mujeres y hombres, muchas veces en coincidencia con la llamada crisis de la mediana edad, entre los 40 y 50 años, cuando muchas personas hacen un balance y repaso de lo que ha sido su vida. Muchos quieren romper con todo, aunque en la mayoría de los casos no se cambia completamente, sino que se efectúan enmiendas parciales.

Pero cambiar de vida es difícil a cualquier edad. La rutina y los compromisos ocultan la posibilidad de dar un giro radical. La inercia, las obligaciones familiares, la ilusión de seguridad y la precariedad del empleo son piedras en el camino del cambio, por no hablar del miedo que implica todo golpe de timón.

Pese a todo, se puede cambiar de rumbo para dejar a atrás la insatisfacción y el malestar, si se efectúa una reflexión profunda y se siguen los pasos adecuados, señalan los expertos.

Ante un cambio vital, el primer paso consiste en analizar las actitudes de complacencia que se han mantenido y sus causas, ya que es en estas inseguridades, conductas acomodaticias o temores donde hay que introducir los cambios radicales. Cambiar las formas, sin cambiar el fondo sólo conduce al mismo lugar.

Al aspirar a un cambio que aporte una vida gratificante se puede caer en el error de imaginar un paraíso que sólo está en la propia imaginación, a idealizar el futuro perdiendo de vista la realidad. Cuánto más se aleje el proyecto de cambio de las posibilidades reales y objetivas, más cerca se estará del desencanto.

Vivir en el campo, cambiar de trabajo y otros cambios son posibles, pero primero hay que encontrarse a uno mismo, y evitar caer en una serie de trampas como la huída o el falso cambio.

En la mente de quien se halla agobiado por las circunstancias puede germinar la idea de desaparecer y abandonar todo para empezar de nuevo, como el caso de quien deja un trabajo en la ciudad para marcharse a una aldea, de manera irreflexiva. Pero cuando escapamos de los conflictos, éstos suelen atraparnos de nuevo. Es más eficaz tratar de enfrentarse a ellos con valentía.

Otro error consiste en cambiar todo para que nada cambie. Es el caso de quien cambia de empleo por expectativas, como “disponer de más tiempo, estar en un ambiente más agradable o dedicarse a lo que tanto le gusta”, cuando en realidad, su malestar no se originaba en el trabajo, sino que estaba dentro de sí mismo, y se asentaba en una serie de hábitos que lo sumían en la rutina.

[b]Seis pasos básicos para vivir mejor[/b]

Cuestionamiento. Hay que distinguir entre una inquietud puntual y un malestar existencial. ¿Está satisfecho con su vida? Si la diferencia entre sus aspiraciones y la realidad es mínima, la respuesta es “Sí”. De lo contrario, algo en su existencia merece ser analizado y replanteado. A veces la infelicidad se debe a no ver lo que nos gustaría ser o hacer.

Preparación. Si ha decidido dar un giro radical, debe prepararlo bien. Concédase tiempo para conocerse a fondo y sopesar su situación, y madurar sus deseos reales de cambiar. La ansiedad es un estímulo pero puede bloquear la capacidad de pensar. Analice sus recursos, sea autónomo y apueste por su capacidad de desarrollar recursos propios.

Planificación. El proyecto debe ser realista, sensato y acorde a sus posibilidades. Valore sus condiciones físicas, potencial para ganarse la vida en otro medio o adaptarse a otros ámbitos. Afronte sus limitaciones con valentía. Recabe la información necesaria, adquiera la preparación adecuada y consiga todas las ayudas a su alcance.

Comprobación. Hable largamente de su proyecto con sus amigos y familiares; explíqueles las expectativas que le mueven, los resultados o mejoras en su vida que espera obtener. A medida que las exponga a los demás, sus ilusiones irán tomando cuerpo, y percibirá los fallos, olvidos o zonas oscuras, y ello le obligará a ser más meticuloso.

Precauciones. Cambiar de vida no es una iniciativa exenta de riesgos. Deje una puerta abierta a la rectificación, por si fuera necesario. Cubrir riesgos y aceptar la posibilidad de equivocarse debe verse como una condición para aprender de los propios errores y poder así plantearse otras alternativas y proyectos, que tengan más garantías de éxito, en el futuro.

Acción. Es hora de pasar de la teoría a la práctica, armados de paciencia y perseverancia. Si no se deja llevar demasiado por los impulsos y la improvisación, tiene muchas posibilidades de dar el giro esperado. Con todo conviene mantener siempre en forma el “músculo de adaptación a los cambios”. La esperanza de que la vida transcurra sin altibajos o crisis es una quimera, que puede dejarle sin capacidad de respuesta.

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