Consejos para un aspirante a rey

Consejos para un aspirante a rey

BONAPARTE GAUTREAUX PIÑEYRO
En la lejana comarca de Samarcanda ha mucho tiempo vivía un hombre bueno y sabio que quería ser rey. Consultó con el Pachá de la Siribanda quien le aconsejó: ¿Para qué quieres ser rey? El oficio de rey es muy pesado. No tendrás privacidad. Todo el que se acerque a ti siempre querrá que lo complazcas en lo que puedes y en lo que no puedes. No importa, para eso el rey es mi amigo…

Tus amigos creerán que tienen más derechos que tú, Para muchos cortesanos es mejor ser amigo del rey que Ministro de Estado. Tendrás que aprender a sonreír como quien quiere y como quien no quiere la cosa.

Siempre necesitarás alguien que te resuelva los problemas, hasta los simples caprichos, porque se ve mal que el rey vaya al mercado a comprar vísceras de animales recién sacrificados para hacer un rico pipián, porque los reyes no comen pipián, Majestad.

Pero si siempre lo he comido y es muy sabroso acompañado de plátanos sancochados, regados con una salsa hecha de tomates criollos, cebolla picadita, cilantro ancho y puerro.

Nunca sabrás si tus interlocutores son sinceros, si son honestos y veraces, porque todos, especialmente los que tienes más cerca, intentarán adivinar la respuesta que te guste.

Alguien inventará la leyenda de que cuando vistes gafas oscuras por la mañana es porque amaneciste de mal humor y todos huirán de tu presencia para no ser víctimas del Júpiter tonante.

Tu reinado será el mejor. Nadie recordará al gran califa de Bagdad, Harún ar Raschid, cuya sabiduría inspiró algunas de las páginas más hermosas de Las Mil y Una Noches, especialmente aquellas en las que aquel sabio ofrecía demostraciones de equilibrio, jamás igualadas hasta ahora por monarca alguno.

Tu hombre de más confianza es aquel que prueba los alimentos y las bebidas antes que tú, para quitarle el posible veneno. Recuerda, antes que él está el cocinero y el médico de la corte, que pueden darte un veneno de efecto retardado.

En las noches, tu sueño será tan frágil, que escucharás la pluma al viento de que hablaba Giuseppe Verdi al referirse a la mujer aquella que él calificaba de liviana.

Tendrás, siempre, alguien que vele por ti, hasta en la intimidad de tu hogar, donde no podrás hablar confiadamente ni con tu mujer, porque las cortinas escuchan, las ventanas hablan y siempre alguien querrá saber lo que piensas para adelantarse y complacerte, aunque no tengas razón.

Tendrás que revestirte de toda la humildad que te enseñaron tus padres para resistir las tentaciones del oro. Te ofrecerán villas y castillos para que hagas lo que tienes que hacer y también para que hagas lo que no debes hacer.

Si después de todo eso y lo que falta por señalarte, aún quieres ser rey, quiere y respeta más al amigo que tiene el valor de contradecir a un rey endiosado, que al falso que siempre te dice que sí.

Rodéate de los más sabios, de los más serenos, de los que tengan mayor experiencia sin dejar de lado a los jóvenes, a las mujeres y a todos los que te quieren bien.

Si al final insistes en ser rey, recuerda que la moderación, la honestidad, la paciencia y la verdad deben ser tus mejores consejeros.

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